Publicado en La Jornada Aguascalientes.
Los diputados nuevamente han salido a practicar alquimia,
buscando resolver con reformas los problemas de nuestro país. De un plumazo han
establecido nuevas y abrumadoras responsabilidades a un órgano que en 2012 ya
mostró síntomas de saturación. El consejero del próximamente extinto IFE Benito
Nacif comentó el 3 de diciembre que los ordenamientos de la reforma política
rebasan por mucho la capacidad técnica del órgano electoral y la integridad de
las elecciones que vienen.
La alquimia se popularizó durante la edad media como un
remedio para los problemas médicos, espirituales, económicos, políticos y
cualquier otro asunto que tuviera que ver con la vida de la persona. La
combinación de sustancias químicas, acompañadas de rituales antiguos, y la
ayuda de personas trascendentes hacían que los fenómenos sucedieran. No hay que
confundirla con la hechicería, pues ésa implica la participación de un mundo
alterno, donde espíritus ayudan a que en éste se den las peticiones. Espero que
nuestros diputados no hayan llegado a tal extremo.
El problema se asocia más con un complejo del famoso
libro del Génesis. Cuando Iahvé llamó para que se hiciera la luz, ésta se hizo.
Cuando pidió que las aguas y la tierra se separaran, no quedó rastro de lodo
por ningún lado. Cuando los diputados llaman a la estructura política a
reformarse, parecen esperar lo mismo. Al modificar los artículos asumen que
todo lo demás tendrá que realizarse de manera automática. Incluso han llegado
al extremo de establecer artículos transitorios que dan miedo, con redacciones
tales como “que las legislaciones secundarias se adecuen a lo que establece la
constitución en menos de doce meses”. Amén.
El problema viene cuando intenta ponerse en práctica lo
que los legisladores opinan en las comisiones y que luego el pleno ratifica. En
la reforma electoral de 2007 se estableció un ordenamiento muy peculiar para el
IFE. El diagnóstico después de la elección de 2006 fue que la televisión era el
principal enemigo de la democracia en nuestro país, entonces (hágase la luz)
que el órgano electoral monitoreé su actividad durante las campañas. No solo
eso, el IFE iba a ser el único órgano del Estado encargado de administrar los
tiempos de radio y televisión relacionados con las campañas de los políticos.
Como si la organización de las elecciones no fuera
suficiente, se tuvieron que gastar miles de millones de pesos para adquirir equipo
de monitoreo de medios, contratar personal que fuera a cada radiodifusora y
televisión del país a entregar pautas, y que luego se asegurara que éstas se
habían respetado, incluso se le dio al IFE la facultad de sancionar
particulares en caso de que no atendieran a los llamados de la autoridad. Los
resultados de la elección de 2012 los conocemos todos.
En 2013 nuestros legisladores han cambiado su enemigo. Ya
no es la televisión sino los gobernadores. Terribles villanos que capturan a
jueces y órganos electorales locales. Gastan millones del erario público a
favor de sus candidatos consentidos. No niego que tengamos este problema, pero
la solución alquímica seguramente la tendremos aprobada para cuando esta
columna se publique. Hágase un Instituto Nacional Electoral. Parece que los
institutos locales lograrán pasar la guillotina de nuestros políticos, pero
muchas de sus facultades se transferirán al nuevo INE. No importa si esto es
factible o no, si es más eficiente o no. Las evaluaciones siguen sin ser un
requisito para las iniciativas que presentan nuestros legisladores, ya no de
impacto que sería mucho pedirles, sino al menos presupuestales y de capacidad
técnica de los responsables que establece la ley.
Después de la sesión parlamentaria los veremos celebrando el gran avance que ha experimentado nuestra democracia. Ahora sí, la reforma política definitiva. Alquimia para el remedio de todos los males.
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