Publicado en El Norte
¿Cómo enderezar el vínculo electoral en nuestros
políticos? No es una pregunta retórica que busca una respuesta simple, sino una
invitación a reflexionar un problema que constantemente padecemos en Nuevo
León, y puedo aventurarme a decir que sucede en todo el país. Los políticos
están pensando en la próxima elección sin dedicar el esfuerzo que deberían al
cargo por el que fueron elegidos. Tampoco se trata de ignorar que al vivir en
una democracia, nuestros políticos busquen un futuro, pero, ¿dónde está el
límite para que estos personajes gobiernen en el presente y no solo para su
futuro?
Cada uno de ellos tiene legítimas aspiraciones que
cumplen con una función política importante. La rendición de cuentas y la
capacidad del electorado para evaluarlos están ligadas con ellas. Sin embargo,
los municipios que gobiernan reflejan un panorama desalentador en servicios
públicos básicos como pavimentación y alumbrado público, ¿no deberían ser
cartas de presentación que les preocupe mantener en buen estado? ¿Por qué no es
así? ¿Por qué prefieren gastar millones para recorrer noticieros locales y
tomarse la foto con señoras y niños en lugar de cumplir con el cargo que
juraron servir?
En los ochenta y principios de los noventa tomó
relevancia la teoría de la ventana rota, introducida en las ciencias sociales
por los profesores Wilson y Kelling. El principio básico es que si un objeto
luce deteriorado, genera la percepción de abandono y por lo tanto aumenta la
impresión de que a nadie le importará si es vandalizado. Decían estos autores
que una ventana rota en un edificio hará que en cuestión de horas, otras
ventanas también sean destruidas ¿Qué pasa con una ciudad que luce descuidada,
cuyos servicios son malos, la limpieza y el orden siguen siendo la excepción
antes que la regla, y sus responsables se la pasan en constante campaña
política? Los baches proliferan por la ciudad y la solución es mandar un camión
que parche lo que la siguiente lluvia se llevará. La ciudad se deteriora y la
actitud de nuestros políticos al respecto es de un cinismo preocupante. El
costo que está teniendo para nuestra calidad de vida no se limita a sus oportunidades
políticas, sino que nos impacta a todos de manera incuantificable.
Este problema se encuentra en el centro del debate en la
administración pública ¿cómo hacer para que la sociedad tenga mejores controles
sobre sus representantes? La discusión pasa desde su participación en la
asignación y evaluación de los presupuestos, hasta la capacidad para sancionar
acciones contrarias a los intereses de quienes lo eligieron, no es casualidad
que nuestros políticos sigan dejando fuera el tema de la revocación de mandato
en nuestra Constitución.
Aún sin cambios en la ley, deberían pensar que la peor sanción
que puede recibir un político es la próxima elección, pero algo falla en nuestra
fórmula para Nuevo León. Los que se perfilan para candidatos a la gubernatura no
lucen preocupados por mantener un municipio en buen estado como plataforma
política, y menos en escuchar a la población que les presenta quejas que siguen
sin solucionarse ¿Creerán que sus estructuras clientelares son suficientes para
ganar la elección? ¿Eso es lo que les dicen los números en el pasado? Deberían
mirar dos veces, pues hace tiempo que en Nuevo León un alcalde no gana la gubernatura.
El deterioro de la ciudad debería ser la mayor preocupación
de quienes gobiernan estos municipios. Su desempeño en el gobierno es un
reflejo de lo que serán en su próximo cargo, e idealmente sería nuestro insumo
al momento de decidir por quién votaremos en 2015. Hay plataformas ciudadanas
en Nuevo León que han dado seguimiento puntual a quiénes están cumpliendo con
lo que se comprometieron en campaña, y quiénes tristemente prefieren hacer más
caso a sus asesores de imagen. Siguen pensando que al electorado se les compra
con pan y circo.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario