marzo 23, 2010

Sin palabras.

Las declaraciones del Secretario de Gobernación el lunes fueron enfáticas: los estudiantes del Tecnológico murieron en el fuego cruzado cuando se encontraban del lado de los militares. No cabe duda, no es necesaria una investigación, ni siquiera que las autoridades universitarias, las estatales o el mismo ejército pidan disculpas por el incidente. No, ya todo quedó en los registros de tristes cifras sobre la guerra contra el crimen organizado.

Los ciudadanos, según instrucciones de la autoridad federal y estatal, debemos cerrar filas contra la delincuencia y en torno al gobierno. Los cuestionamientos serían casi una traición. De la beligerancia inicial de autoridades de la universidad afectada ahora pasamos a un silencio preocupante. Las protestas no han pasado de los grupos y las frases románticas en redes sociales. Los organismos intermedios, las iglesias, universidades públicas y privadas y las diferentes instancias de nuestra sociedad regiomontana han guardado un silencio tímido y cobarde frente a un hecho que no debe pasar desapercibido.

No quiero caer en el comparatismo hueco de decir lo que en París sucedió cuando dos jóvenes franceses de ascendencia marroquí fueron asesinados por la policía, la cantidad de huelgas y protestas que se sucedieron en la ciudad durante semanas y otras reacciones naturales frente a una agresión similar. La ciudadanía en cada contexto debe reaccionar según sus condiciones, su cultura y sus propios motivos. Sin embargo, me preocupa mucho la frialdad de nuestra comunidad, ya ni qué decir la juvenil y universitaria.

¿Qué papel debe jugar el joven y el universitario frente a esta situación? ¿Qué tenemos que hacer como sociedad? El silencio ni la indiferencia, mucho menos el miedo, son alternativas para una ciudad con el nivel de vida y de educación de nuestra ciudad. La vergüenza baja de la autoridad hasta cada uno de nosotros mientras toleramos que el fin de semana pasado quede como uno más para la nota roja.

1 comentario:

Antonio dijo...

Sentí más o menos lo mismo con esta nota. Cuando los muertos eran campesinos se podía otorgar al ejército el beneficio de la duda en su afirmación de que se trataba de personas que protegían al narco. Cuando fueron unos jóvenes masacrados en una fiesta en Ciudad Juárez la duda daba pocos beneficios. Pero cuando sabemos más allá de toda duda que las víctimas no tenían nada que ver con el crimen organizado, entonces la certeza tiene que dar lugar al coraje. Pero no sé que se puede esperar de una ciudad en la que 100 embozados pueden detener el tráfico de miles de autos cuyos conductores nos quedamos muertos de miedo esperando a que la policía los desaloje.

Un Abrazo