El arresto de 10 alcaldes en Michoacán y otros tantos altos funcionarios el pasado martes, así como los señalamientos contra Amalia García en Zacatecas por la fuga del penal estatal nos hablan de un cambio de estrategia de Calderón en su lucha contra el crimen organizado: de aliados, los gobernadores se han vuelto blanco de los operativos.
El discurso de parte del presidente en torno a la urgente necesidad del apoyo de gobernadores ha cambiado para siempre. Los que podrían haber sido sus aliados potenciales han demostrado nulo interés en enfrentarse con los señores de la droga. La alternativa que le queda al gobierno federal es considerarlos como parte del enemigo. Nos habla por supuesto de una descomposición enorme. Los datos que seguramente le trajo Obama a Calderón en su visita deben de haber sido escalofriantes para que inmediatamente se encerrara en su bunker presidencial durante semanas antes de tomar esta decisión.
Al parecer el único aliado en esta lucha es y será el Ejército Mexicano, y el tiempo se está agotando. El miércoles aparecieron en varios periódicos de circulación nacional mensajes de aliento hacia el presidente. Se ha dado más que nunca a conocer las líneas desde las que la SEDENA está instando a la población a denunciar, y el ejército está respondiendo a esas peticiones. Apenas la noche del martes se anunciaba que en Monterrey fue sorprendida una fiesta de cumpleaños de un narcotraficante en la Colonia Independencia que era custodiada por elementos policíacos estatales. Inmediatamente llegaron policías municipales y estatales a intentar responder a esta agresión del ejército. Y que quede claro que aquí ya no se está hablando de PRI o de PAN, el enemigo está en ambos lados y eso ha quedado más que evidente en las últimas semanas, al menos en Nuevo León.
La pregunta que comienza a inquietarme es hasta donde piensa llegar el presidente en esta lucha. No me queda duda del grado de infiltración del crimen organizado. Tampoco me queda duda del grado de tenacidad con la que viene esta lucha de parte del gobierno federal. En alguna ocasión Ramón Alberto Garza mencionaba en una charla que dio en la EGAP que México necesitaba una sacudida de gran tamaño para reaccionar frente a la descomposición generalizada.
Se ha subido el nivel de intensidad de la lucha. Los aliados ahora son enemigos. Varios gobernadores deben haber amanecido sudando frío ante la noticia en Michoacán. El impacto que esto puede tener para el país puede ser desastroso, casi a nivel de guerra civil pues habrá regiones que revelen quiénes han sido verdaderamente sus patrones desde hace muchos años.
"Siga valiente, señor presidente", dicen los diarios hoy. Sin duda vienen tiempos oscuros.