octubre 21, 2010

¿Dónde quedó la Feria?

Esta broma me la contó un chofer de la ruta 130 respecto a sus compañeros de otras empresas que no manejan ánforas para depositar el pasaje. Cuando llegan los choferes a la central para reportar su venta y para entregar el dinero, los supervisores les piden que mejor entreguen lo que traen en la bolsa.

El asunto del transporte público da para muchos debates, pero uno de ellos tiene que ver con la forma de administrar los recursos ¿Qué hacemos? ¿Nos quedamos como estamos o implementamos medidas de prepago más eficientes y con las que se pueda tener más control? Lo segundo generaría beneficios para la administración de cada empresa concesionada y también facilitaría que el gobierno pueda cobrar correctamente los impuestos correspondientes. En esto hay un secreto a voces respecto a los recursos del transporte público y los grupos que se están beneficiando de su estructura actual.

Si en un lugar es fácil evadir impuestos y hacerse de un enorme capital que no pasa por controles normales es en negocios donde se maneja mucho dinero en efectivo. Estos recursos no sólo hacen que los gobiernos pierdan en cuanto a impuestos, sino también que grupos no institucionales se fortalezcan económica y políticamente. Aquí podríamos incluir desde sindicatos, camarillas y las relaciones políticas de los involucrados, hasta a la delincuencia organizada que extorsiona a estas organizaciones.

El incentivo que se está buscando con esta medida no sólo atraviesa la comodidad del usuario al no tenerse que preocupar si trae cambio o no, o la seguridad de los choferes que constantemente son asaltados en sus recorridos. También seguramente estuvo en la mente de los que planearon, y luego promovieron al poner un costo diferenciado, el hecho de romper con estructuras horizontales que se han beneficiado ilegalmente de estas fugas en las concesiones de transporte público.

octubre 20, 2010

Bondades del federalismo fiscal mexicano

Dos lecciones de que a final de cuentas los candados a través del sistema de redistribución fiscal funcionan. Ambos sucedieron esta semana y ambos deberían de haber sido espectaculares de ocho columnas.

El pasado martes se confirmó con la Ley de Ingresos aprobada en la Cámara de Diputados que el IVA se queda en 16%. Anteriormente había habido gritos y amenazas de parte del PRI de que harían todo lo posible por derrumbar la injusticia que ellos mismos aprobaron el año pasado, supuestamente por un acuerdo electoral con el presidente que no respetó. El movimiento de Ernesto Cordero fue un magistral golpe a tres bandas al recordarles que los principales afectados serían sus patrones, los gobernadores, pues bajarlo de 16 a 15% impactaría directamente en sus finanzas. Lo que comenzó como un leve carraspeo e indecisión ayer se confirmó como una triste broma del destino. A los priístas se les olvidó la injusticia y se acordaron de sus prioridades.

La segunda nota la da Nuevo León. Al cumplirse el plazo de reconstrucción de los puentes en Corregidora y en Santa Bárbara, el gobierno del Estado no tuvo más que reconocer su vulgar desidia para atender lo más básico. Tenían encima un nuevo logro espectacular de la SCT, quienes están a dos días de entregar el tramo que une Antonio L. Rodríguez con Gustavo Díaz Ordaz en tiempo y forma. El oso de ni siquiera haber podido terminar dos vados se lo quisieron evitar. Desde el domingo trabajaban a marchas forzadas sobre ambos lechos para terminar los vados, y ahora sí, despotricar que el FONDEN no les ha facilitado lo necesario para siquiera iniciar los puentes. Otro balazo a los pies, pues.

Lo que nos queda claro es que un par de movimientos de la Federación han hecho que los normalmente llorones gobiernos locales queden en evidencia de quiénes son realmente los responsables de muchos de nuestros problemas. O para que quede más claro, ese discursillo de que "es que el gobierno federal…" como que ya no se lo van tragando tan fácil los ciudadanos.

Triste semana para los priístas. Sigue su venganza.



octubre 19, 2010

Confianza

Salir a la calle podría ser un ejercicio de total suicidio. Un individuo más o menos preocupado por su bienestar pondría en duda la capacidad de sus vecinos para mantenerse en su carril, utilizar el espejo y la direccional antes de cambiarse y respetar los semáforos en rojo ¿o qué nos hace felizmente tomar nuestro automóvil, encenderlo y ajustar el cinturón de seguridad para manejar por las calles sin tanta preocupación?

Aunque nos declaremos personajes aislados y ajenos a los asuntos públicos, aunque digamos que lo peor que podríamos hacer es confiar en la sociedad para sacar adelante nuestros problemas, sea por los pretextos que sean, la verdad es que todos ejercemos un poco de ciudadanía al salir a la calle y depender de tantos factores fuera de nuestras manos para nuestra propia sobrevivencia.

El ejemplo que acá pongo sobre una actividad tan simple como es manejar pone en la mesa el hecho de que somos inherentemente ciudadanos, antes que cualquier otra cosa. Nuestra percepción se construye alrededor de las percepciones de quienes comparten el espacio con nosotros. Salir a la calle y comenzar a caminar, suponer que el de enfrente no se lanzará sobre mí para arrebatarme mis bienes, depender de que los servicios que nos proporcionan distintos negocios tendrán una calidad al menos suficiente para no perder la vida. Ejemplos sobran.

Es una buena noticia que hasta el individuo con mayores tendencias ermitañas, con menos confianza en sus vecinos, y con más comentarios sarcásticos sobre la inutilidad de la participación ciudadana, hasta él todos los días nos da la mejor prueba de que es un ciudadano más. Basta verlo manejar y suponer que el carro que está a punto de llegar a la esquina se detendrá por una luz roja. Y lo más impresionante es que efectivamente se detenga y todo siga funcionando.

octubre 11, 2010

Buganvilia

Las ramas de esta singular planta se endurecen rápido y se vuelven espinosas. Sus días de tallos tiernos apenas y recorren la superficie para convertirse en fuerte madera. Al final de cada una de sus terminales podemos encontrar flores que pueden convertir un desolado paisaje en uno de brillante explosión de colores.

Todos lo hemos visto alguna vez, esas paredes convertidas en colores pastel, los pétalos que se desprenden y también llenan el suelo de alegría. Resulta interesante cómo estos tallos, a pesar de su dureza, dependen de una guía para seguir su camino. Las paredes, rejas u otros árboles son para ellas la oportunidad de subir, incluso al grado de superar el nivel de los techos, dejarse ver desde el cielo como manchones rosas, naranjas o blancos.

La buganvilia tiene una enorme capacidad para mostrar belleza y crecer fuerte en entornos difíciles, pero requiere de bases que le permitan que sus raíces también se afiancen y se endurezcan. La guía sobre la cual puedan levantarse es una de las claves en su vida, la diferencia entre ser un simple matorral y un árbol enorme. Los jardineros lo saben y recomiendan que se les construyan enrejados alrededor de su tronco. Finalmente las rejas quedarán escondidas por las flores que se esparcirán por toda la planta.

Nuestras manos están atadas a los injertos de una buganvilia que apenas comenzamos a ver crecer. Dependemos de varios factores para florecer, pero al menos no podemos perder de vista la ubicación donde seremos sembrados ¿tenemos un árbol fuerte creciendo a nuestro costado? ¿hay alguna pared o rejilla que nos permita subir? ¿seremos simple matorral o nos atreveremos a ser un sólido árbol?

La ciudadanía no podrá crecer sin el Estado, so pena de convertirnos en una buganvilia apenas visitada por algunos insectos. La soberbia puede matar a nuestra planta. A final de cuentas, si somos suficientemente hábiles, nuestras flores podrán cubrir el entramado de tallos y guías que nos han permitido llegar alto. Alejarnos, o pretender que podemos solos, nos hará vernos chaparros frente a otros árboles que siguen creciendo en fuerza y en capacidad.

octubre 06, 2010

Un pueblo rojo

Esta mañana desperté con la inundación roja en Hungría. Resolví pasar la página y sólo hasta el mediodía revolví de nuevo el periódico. Lodo convertido en desgracia, elementos tóxicos que transforman el panorama de un tono sangriento, literal.

La rutina se vuelve asfixiante, pero a la vez también constituye uno de los poquísimos elementos que le dan cordura a una vida construida sobre pequeñas fórmulas que funcionan por su frecuente repetición. Poner el despertador a las 6 y media sólo para dejarlo sonar hasta el momento en que se entreteje con algún sueño de esos que se aferran a la fantasía. Quebrar la tranquilidad emocional con las primeras gotas heladas de la regadera sin que necesariamente terminen de despertarnos. Mirar fijamente hacia afuera con un tazón de cereal barato que sólo se come por la comodidad parsimoniosa del ejercicio digestivo.

Un pueblo convertido al rojo se vuelve una noticia espeluznante, pero a la vez necesaria. Es similar a la sensación en el fondo del estómago al mirar las fotografías de Veracruz bajo el agua, o Oaxaca entre el lodo, o aún más emocionante, Monterrey bajo las balas de dos o tres bandas que parecen no tener el menor ánimo de dejar de despilfarrar sus recursos en una guerra idiota. La sucesión de desgracias se vuelve lo único que nos va sacando de un estado letárgico insoportable.

Pero esta vez es un color carmín que inunda todo el panorama. No solo es la noticia que viene a sumarse a los incendios en California o los tornados en Mississippi. Es el trasfondo artístico de la nota. Es descubrir seres humanos que de cintura para abajo parecen víctimas de un ejercicio básico de Paint. Click, rellenar figura con el color seleccionado ¿está seguro de querer guardar los cambios hechos? Sí, seguro. Si no, no lo estaría haciendo. Son los caminos invadidos por la tortura monocolor frente a la diversidad que está escondida para otro día.

Me aburro. Quedo en espera del próximo evento que me haga reconsiderar mi existencia, y esa sensación de que nada puede sorprenderme ya.