julio 29, 2010

Enamorados de nuestros narcos

La verdad es que nos gusta vivir así. Nos emociona ver en los periódicos y noticias las últimas notas sobre los sicarios que rafaguearon en tal o cual calle, entre más transitadas mejor. Nos volvemos locos de la envidia ante la última prueba del gobernador que usó los fondos públicos para promover a su favorito (y ganó), o qué decir de aquél que estaba encargado de los proyectos estratégicos del Estado, y que tanto se robó que las obras se las llevó el huracán, pero hoy nadie se acuerda de cuando él estaba al frente. Cuando la cervecera mitad holandesa y mitad hija de puta nos anuncia que con todo y los riesgos naturales y el impacto social, su capricho es que el estadio se haga ahí donde ella había dicho, no hacemos más que gritar de la euforia. Pensamos que apoyar a la cervecería y a su proyecto es como tatuarnos el logo de los Rayados en el pecho.

O esto es verdad o no entiendo cómo explicar lo que veo todos los días. Nuestros gobernantes siguen ganando elecciones con amplios márgenes. Si el partido político se burló bufónamente de nuestra confianza, no importa. En un descuido el que llega se acuerda que estuvimos juntos en la facultad y me da chamba o al menos me deja comprar ese terreno en zona protegida para construir mi casa de cuatro pisos y alberca. Nuestros medios de comunicación siguen haciendo negocios redondos con nuestro morbo por ver las notas rojas cada vez con más fotos y videos que no dejan escapar un milímetro de la acción. Entre más masa encefálica quede expuesta mejor, pues más visitas habrá y más comentarios contra el gobernador tendrá. Nuestros agentes de tránsito siguen cobrando en la nómina de los zetas, pero cuando nos detienen por pasarnos un alto hasta de usted les hablamos mientras les pedimos nos echen la mano. O cómo explicar que ante las amenazas del líder de la CTM de que le guste a quien le guste, él volverá a ocupar el lecho del Río Santa Catarina para sus puesteros ilegales, no hay una reacción por parte de los organismos intermedios o de los de la sociedad civil. Nada más es cuestión de meses para que los volvamos a ver como si nada hubiera pasado.

O nos gusta la mala vida y los placeres que ésta conlleva, o no me explico el comportamiento del mexicano. Yo no me trago ese cuento del ciudadano desencantado que es prisionero de los grupos de presión y de la delincuencia. Para que estas cosas sucedan se necesita de dos tipos de persona: la que abusa y la que disfruta de las migajas de ese abuso. Víctimas no hay en este cuento, pues habría más reacciones por parte nuestra.

La única explicación que se me ocurre es que esta vida nos deja algún tipo de beneficio. Nos encanta que el perfil del político corrupto porque en él vemos reflejadas nuestras más oscuras aspiraciones. Vemos con amor y seguimos con precisión los relatos y las aventuras de nuestros nuevos héroes nacionales, llamados por la prensa como sicarios, miembros del crimen organizado o narcotraficantes. Nos sabemos con memoria fotográfica sus nombres, apellidos, corridos y a qué autoridades tiene en la palma de su mano, su valentía nos llena de orgullo. Si las empresas televisoras, telefónicas y de transporte abusan de sus clientes, nos quejamos pero no dejamos de consumirles porque somos adictos a la drogacola y ni qué decir a la novela de las cuatro donde sale el papucho en turno. Vociferamos contra Elba Esther porque nos tiene jodidos como nación, pero tan pronto salgo de la escuela normal ya estoy aplicando para entrar al sindicato, o si tengo palancas, heredar la plaza no me causa ningún conflicto, al contrario.

Cuando lloramos por lo mal que está nuestro país sólo lo hacemos para encontrar en el otro un comentario similar que vaya alimentando nuestra cómoda posición. Si, es que los políticos, los del sindicato, los empresarios, los delincuentes; por eso el país no puede avanzar. Y así podemos seguir justificando nuestra propia mediocridad como personas, nuestra falta de acción. El mundo conspira, por eso es mejor seguir pasando la vida en este mundo de caricatura que todos alimentamos.

Nos gusta estar así porque hacer las cosas bien implicaría el doble de esfuerzo ¿quién le quiere entrar? ¿quién quiere romper estos nudos y vericuetos que tantas ganancias nos dejan? Mejor no le muevas mucho. Si el país sigue funcionando, para qué le buscamos.

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