octubre 06, 2010

Un pueblo rojo

Esta mañana desperté con la inundación roja en Hungría. Resolví pasar la página y sólo hasta el mediodía revolví de nuevo el periódico. Lodo convertido en desgracia, elementos tóxicos que transforman el panorama de un tono sangriento, literal.

La rutina se vuelve asfixiante, pero a la vez también constituye uno de los poquísimos elementos que le dan cordura a una vida construida sobre pequeñas fórmulas que funcionan por su frecuente repetición. Poner el despertador a las 6 y media sólo para dejarlo sonar hasta el momento en que se entreteje con algún sueño de esos que se aferran a la fantasía. Quebrar la tranquilidad emocional con las primeras gotas heladas de la regadera sin que necesariamente terminen de despertarnos. Mirar fijamente hacia afuera con un tazón de cereal barato que sólo se come por la comodidad parsimoniosa del ejercicio digestivo.

Un pueblo convertido al rojo se vuelve una noticia espeluznante, pero a la vez necesaria. Es similar a la sensación en el fondo del estómago al mirar las fotografías de Veracruz bajo el agua, o Oaxaca entre el lodo, o aún más emocionante, Monterrey bajo las balas de dos o tres bandas que parecen no tener el menor ánimo de dejar de despilfarrar sus recursos en una guerra idiota. La sucesión de desgracias se vuelve lo único que nos va sacando de un estado letárgico insoportable.

Pero esta vez es un color carmín que inunda todo el panorama. No solo es la noticia que viene a sumarse a los incendios en California o los tornados en Mississippi. Es el trasfondo artístico de la nota. Es descubrir seres humanos que de cintura para abajo parecen víctimas de un ejercicio básico de Paint. Click, rellenar figura con el color seleccionado ¿está seguro de querer guardar los cambios hechos? Sí, seguro. Si no, no lo estaría haciendo. Son los caminos invadidos por la tortura monocolor frente a la diversidad que está escondida para otro día.

Me aburro. Quedo en espera del próximo evento que me haga reconsiderar mi existencia, y esa sensación de que nada puede sorprenderme ya.

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