mayo 31, 2011

las otras Martha Rivera

Martha Rivera se ha vuelto una heroína en Nuevo León y el video de su valentía recorre el mundo. No hay que escatimar en estas acciones de reconocimiento pues son la arcilla con la cual podemos comenzar a reconstruir la confianza en nosotros mismos como sociedad. Martha, profesora de un jardín de niños, quien en un momento de desesperación prefirió preocuparse porque sus niños mantuvieran la tranquilidad con una canción que los llevó a otro lugar. Martha, la que rompió el esquema y con ayuda de un teléfono logró transmitir un mensaje de esperanza a un país envuelto en uno de sus momentos más violentos.

Esto me hace pensar en el rol que ha tomado el maestro en nuestra sociedad. De ser históricamente uno de los más respetados, el odio que se ha generado en contra de ellos ha provocado una situación peligrosa. El formador de nuestros niños es un personaje que trabaja tres días y pasa el resto del mes en huelgas inútiles, y encima se atreve a cobrar su cheque completo. El guía de nuestra infancia prefiere dedicar sus horas libres a promover el voto antes que preparar sus clases. El transmisor de los conocimientos a nuestra juventud es enemigo de cualquier sistema de evaluación que involucre incentivos económicos al desempeño. Su única lealtad es con su sindicato y sus líderes. Los niños no son más que un insumo que se puede utilizar para justificar los presupuestos más altos de la administración pública federal y las estatales. El contrato colectivo sigue siendo la moneda de cambio bajo la cual miles de maestros pueden estar en las calles en cuestión de horas y, peor aún, pueden hacer caer a cualquier candidato que se atreva a desafiarlos.

No es mi intención hacer un balance sobre qué tanto de esto es verdad o mentira en este escrito. Lo que me preocupa más es lo poco que hemos hecho para rescatar a una figura que puede ser un catalizador de un cambio en nuestra sociedad. Antes que reconocer a los héroes anónimos de nuestras aulas, hemos gastado litros de tinta en estereotipar a los grandes villanos que viven del erario público y se burlan de nuestros niños.

Nuestro país está lleno de ejemplos como Martha Rivera. Profesores y profesoras que dejan lo mejor de ellos cada día con niños que no tienen más oportunidades de alcanzar un mejor nivel de vida que ser los mejores en sus estudios. Deberíamos hacer más por reconocer a esos héroes. En muchas ocasiones la diferencia entre una sociedad y otra es cuestión de percepción y de merecido reconocimiento.

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