octubre 17, 2012

Los indicadores cuando hablamos de inseguridad


Publicado en Publímetro Monterrey

No hay momento de mayor felicidad para el gobierno federal o los gobiernos locales que cuando nos dicen que “atrapamos al máximo líder de los Zetas en la colonia Jaramillo Sur de Apatzingán de los Lagos” (advierto que el lugar es inventado y si llegara a existir pido una disculpa a sus pobladores).

Mientras seguimos padeciendo la violencia y la necesidad galopante de los delincuentes por seguir haciéndose de recursos a costa de los nuestros (con secuestros, robos de carro, robos de casa, etcétera), el anuncio de la captura de un nuevo líder ya comenzamos a verla con cara de “no me ayudes compadre”.

Y el problema puede estar ahí, como en los matrimonios jóvenes, en la comunicación. Porque por más que nos digan que todo esto es por el México de nuestros hijos y el México que todos queremos, parece que hay una disparidad entre lo que ellos quieren y lo que nosotros buscamos.

La fórmula es básica. Las estructuras criminales verticales traen orden. La atomización de los liderazgos cuando capturan o “abaten” a uno, genera reacomodos y éstos violencia. La violencia hace que se necesiten más recursos para seguir manteniendo el poder de fuego (o díganme de qué otra manera van a seguir comprando balas y contratando sicarios). Esa necesidad hace que las víctimas seamos nosotros los ciudadanos que paseamos por la ciudad y tenemos una que otra empresa que a ojo de buen cubero le va bien (suficiente como para pagar un rescate de un millón de pesos sin tanta bronca, pues).

Primero tendríamos que ponernos de acuerdo respecto a qué queremos. El gobierno federal desde que comenzó su cruzada contra la delincuencia puso sus indicadores en número de peces gordos. Entre más capos entregue a la DEA mejor mi política pública. Eso implica mandar a cientos de miles de soldados a las calles a agarrar a todo lo que se mueva sospechoso. Para eso pongo retenes, también compro helicópteros black hawk con visión nocturna y construyo la plataforma de más impresionante de la historia (gracias a Carlos Slim que “patrocinó” el software). La mira puesta en aplastarlos aunque nos llevemos a la ciudad entre las patas. Y así lo dijo Felipe Calderón varias veces “habrá bajas  como en cualquier guerra”.

Eso es lo que quiere el gobierno, pero considerando como aval ciudadano las pasadas elecciones de 2012, no es lo que la gente quiere. De estar en el poder el PAN se fue hasta el tercer lugar en las preferencias electorales y no se desplomó más solo porque terminó dando más miedo el candidato de las izquierdas.

Se votó por el PRI vaya a usted a saber las razones, pero al menos implícitamente podemos suponer que se votó por ese partido porque se esperaban estrategias diferentes en el combate al crimen organizado. Oh sorpresa, que Enrique Peña Nieto anda diciendo estos días por España que las cosas van a seguir igual y que no se para la maquinita de guerra. Dicen que con más inteligencia pero que las bayonetas seguirán siendo el primer rostro de este gobierno al problema.

El gobierno quiere seguir resolviendo el asunto de la delincuencia organizada presentando capos de los Zetas cada tres semanas ¿Alguna vez han hecho el ejercicio de contar cuántas veces han atrapado al máximo líder de los Zetas desde que empezó este gobierno? Bueno, hay que seguir contando porque parece que las cosas no quieren cambiar arriba.

Esta acción gubernamental tiene como objetivo mermar la capacidad del crimen organizado, pero la variable violencia no está en su fórmula. Las acciones van a implicar costos y esos costos discúlpennos ciudadanos y empresarios pero los van a seguir pagando ustedes. Al final, se los juro, nos lo van a agradecer porque sus hijos tendrán un mejor país.

Por eso vuelvo a hacer la pregunta ¿cómo medimos la inseguridad? No es un asunto casual pues mientras el gobierno sigue gastando nuestros impuestos en darse de balazos con los delincuentes la economía en muchas zonas del país se va a la quiebra. Si no pregúntenle a Acapulco, Veracruz o Tampico. O bueno, no nos vayamos tan lejos. La vida nocturna en Monterrey desapareció después de seis años de pensar que solo con soldados y más soldados se iban a resolver las cosas. 

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