Publicado en Publímetro
El PAN Nuevo
León mostró síntomas de grave decadencia. El domingo pasado fuimos testigos de
una verdad que ya se antojaba visible para los observadores, pero que ahora ya no
tiene donde esconderse.
El politólogo
italiano Angelo Panebianco escribió en 1982 un magnífico libro que recomiendo a
cualquiera que quiera entender a esas organizaciones raras que viven pidiendo
nuestros votos. Su nombre es Modelos de Partidos (Alianza Editorial, 1990 para
la versión en español). Los partidos políticos (y prácticamente cualquier
organización voluntaria), sobrevive por las relaciones asimétricas entre los
líderes y sus seguidores.
La premisa es que no existe el poder absoluto, y los
líderes dependen su poder en la aceptación de sus subordinados. Obviamente esta
sumisión es negociada a cambio de lo que Panebianco llama incentivos. La
estabilidad de la organización está sostenida en la capacidad del líder para proveer
estos incentivos y que de esa manera siga siendo reconocido su liderazgo.
Los incentivos pueden ser colectivos o
selectivos. Los primeros van de la mano con la capacidad de los líderes para
inspirar sentimientos en sus seguidores: solidaridad, sentido de pertenencia,
emociones que normalmente solo se consiguen cuando el individuo se siente parte
de algo más grande que su propio ser. Los incentivos selectivos se identifican con
la capacidad del líder para dar bienes tangibles: poder político o
retribuciones económicas.
El último
hallazgo de Panebianco que quiero mencionar es sobre la evolución de las
organizaciones. Los partidos políticos jóvenes (y sus líderes) tienden a
sostenerse primordialmente por incentivos colectivos, solo debiendo pagar
algunos puestos políticos clave a sus jugadores esenciales. Los partidos
políticos decadentes (y sus líderes) viven de su capacidad para proveer
incentivos selectivos, pues los colectivos ya nadie se los compra.
En este
círculo vicioso, la falta de fieles hace que sea más necesario pagar
mercenarios, dejando a la organización a expensas de individuos sin
inspiración, y sin capacidad para inspirar a otros.
Exactamente
igual que en la vida real, cualquier persona que tiene que pagar por amor
seguramente ya perdió la mayor parte de su encanto.
El cambio
de liderazgos en el partido que renovó consejeros este domingo fue emblemático especialmente
respecto a cuánta de su fidelidad sobrevive por incentivos selectivos. La
nómina regia (y la de otros municipios) dominó. El imponente liderazgo de
Larrazabal se volvió impotente ante la nueva chequera. Los viejos liderazgos
morales brillaron tristemente por su ausencia. El panismo regio, otrora símbolo
de los valores fundacionales, ha demostrado que la fidelidad trabaja de nueve
de la mañana a seis de la tarde.
No pretendo
señalar aquí que otros partidos no se comporten de la misma manera, ni tampoco busco
hacer un juicio moral sobre un partido en particular. Describo lo que a mi
punto de vista es un ejemplo de la decadencia organizativa de uno de ellos.
Algunos de
los panistas podrían aprovechar esta convención para reflexionar sobre lo que
viene. La distribución de poder ha cambiado y esta dinámica se reflejará de
aquí a 2015. La lucha será larga y no tendrán frente a ellos a un partido con
intenciones de dejar el poder. Maquiavelo en el siglo dieciséis advirtió a
Lorenzo de Medici en su famoso libro El Príncipe sobre lo peligroso de ir a la
guerra con mercenarios en lugar de militares formados en el amor al monarca. El
ejército invasor sólo tendrá que pagar un precio más alto para conseguir la
traición.
Una
organización que sobrevive por la promesa (o la amenaza) económica está
destinada a perder sus batallas ante organizaciones que sean capaces de
inspirar a sus subordinados. Ésta podría ser una crítica a cualquier partido en
nuestro país, pero como dije al principio, este domingo fuimos testigos de lo
que ya no podía seguirse escondiendo.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario