Yo no sé en qué momento fumar se volvió tan tóxico
socialmente. A quién se le habrá ocurrido la grandiosa idea de satanizar a los
fumadores al grado de que su práctica ahora sea vista como un insulto al mismo
creador.
Crecí en un país que fumar era malo, pero la decisión de
cada persona sobre su cuerpo tenía más peso que estas actitudes paternalistas
de gobiernos pasajeros. Seamos realistas, las leyes que se han aprobado en
contra de los fumadores son una moda de organismos internacionales y malas
copias de normatividades que surgieron en otras partes del mundo por motivos
que nuestros legisladores ni siquiera entienden.
Mucho se ha debatido sobre el problema del fumador pasivo y
el daño que le hace el humo del tabaco. Esto se puede resolver designando espacios
para fumadores dentro de los propios locales comerciales. Incluso las terrazas
abiertas eran una solución que se propuso a nivel federal pero que en Nuevo
León se tomó la absurda decisión de también prohibir.
La intervención gubernamental en asuntos privados tiende a
provocar un efecto pésimo sobre la economía y la sociedad. La decisión de
reprimir aún más a los fumadores deja fuera a un grupo importante de la
comunidad que no está realizando ningún delito, pero que es tratado como un
criminal. Los negocios sufren esta situación, pues no encuentran la alternativa
que los fumadores justamente solicitan.
El no fumador puede decidir dónde comer en base a quién permite
fumar y quién no. Incluso esto puede convertirse en un factor de competencia, los
negocios que quieran atraer fumadores podrán promocionarlo así y quienes
quieran atraer a no fumadores podrán distinguirse. Con la ley que hoy se
aprueba esto ya no es posible.
Más personas mueren en México por tomar refresco pero sigo
sin ver a nuestros diputados locales mandando a sus consumidores a beberlo en
las banquetas afuera de los restaurantes. La hipocresía detrás de la
Organización Mundial de la Salud y del gobierno mexicano que se adhiere con
ánimos serviles más que de un problema real de salud pública está dañando a un
país que es netamente turístico. En Estados Unidos ha funcionado de manera más
efectiva el lanzamiento de campañas publicitarias que hacen burla de los
fumadores más que las políticas autoritarias de prohibición.
Es momento de denunciar a los diputados Google que están
proliferando por todos lados, pero que en Nuevo León ya llevan varios
autogoles, basta recordar el tema del cyberbullying que terminó en un veto que
aplaudieron hasta los más férreos enemigos del gobernador Medina. Ahora se
sacan de la manga una ley de protección contra el humo del tabaco que termina
lastimando aún más a un sector comercial que en Monterrey ha sufrido ya varios
años de golpes por la inseguridad y la crisis.
Los diputados Google tienen una peculiar forma de operar. Su
primer requisito es el aburrimiento. El primer paso es meterse a Google o su
motor de búsqueda preferido y ver qué andan legislando en otras partes del
mundo. Siguiente, armar una iniciativa que la redactan sin el más mínimo cuidado
a las consecuencias que puede tener su redacción. Finalmente, la presentan al
pleno con más ánimos de aparecer en los medios que de resolver un problema.
“Nosotros sí estamos trabajando” parece ser la consigna detrás de estos
personajes, muchos de ellos que ya se están viendo en la silla de la
presidencia municipal. Se trata de aparecer en la foto, mientras lo que
legislan es lo de menos.
Hemos tenido legislaturas torpes anteriormente, pero ésta ha
reflejado en su haber un cuadro sintomático peligroso para la salud del Estado,
mucho más que el propio humo del cigarro. Las ocurrencias salen muy caras,
especialmente cuando las hacen personas que tienen más poder que inteligencia.
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