Cada mañana una imagen aparece en mi cabeza . Todavía con exactitud, como si estuviera leyendo todos los días la obra máxima de Mario Puzzo, esas últimas páginas aparecen en mi memoria, en forma de imagen, en forma de escalofrío. Esos momentos en que se llevaba a cabo la operación de Vito Corleone sobre la ciudad de Nueva York en pocas horas. Uno tras otro fueron apareciendo muertos todos y cada uno de los grandes capos de aquella ciudad de los años veinte. Balaceras que acabaron con la vida de quienes compartían el poder para quedar en las manos de una sola familia y de un solo hombre. Ese poder que pensaba yo, solamente podía existir en un libro de ficción, en una película. Parece que cada vez que tomo el periódico en México desde hace algún tiempo para acá, estuviera tomando "El Padrino" y no los hechos que en nuestro país suceden.
La violencia es parte del ser del humano. Somos seres violentos y nuestra naturaleza no se puede negar. La prueba de ello es la existencia de instituciones que guardan el orden, policías, ejércitos, entre otros nombres. Muchas veces estos mismos grupos son los mismos generadores de la violencia, no lo puedo negar, pero en esencia existen para contener la violencia que viene de otra parte, sea de fuera, sea de dentro, sea de ambos. La violencia existe para imponer una forma de pensar, una forma de ser, una forma de creer, o simplemente en su versión más deshonrosa (y más fructífera), para hacerse de poder y de dinero. Somos seres violentos porque nuestra historia está escrita con sangre, con muerte, con batallas, con diferencias que se arreglan por medios violentos en su mayor parte. Si no piensas como yo eres un peligro por lo tanto he de matarte. O te mato o me matas.
La máxima de los ideólogos políticos siempre ha sido pensar que nuestra organización en sociedades medianamente (o metafóricamente) estructuradas tiene como fin primero y más importante, garantizarnos nuestra seguridad. Como individuos somos incapaces de defendernos de muchas de las amenazas a las que estamos expuestos, muchas de ellas hechas por nosotros mismos como grupo. Es por ello que damos algo de nuestra libertad a cambio de que no vengan a matarnos en la noche, o saliendo de un restaurante, o manejando.
La violencia es nuestra esencia, pero es también el cáncer de nuestra sociedad. El agruparnos nos hace menos vulnerables pero a la vez estamos luchando contra algo que es parte de nosotros. Contener las ganas de matar a alguien tiene más fundamento sobre lo que nos pasaría dentro de una sociedad que castiga con cárcel a aquel que mata, que sobre no querer terminar la vida de otro ser humano. También se involucra fuertemente la educación familiar, escolar y religiosa como medios represivos de nuestra naturaleza.
Sin embargo tenemos que entender que nuestro estado natural no es el actual. Somos seres sociales solo en la medida de nuestra conveniencia y es un equilibrio muy fácil de romper si deja de sernos conveniente. Y a qué viene todo esto.
¿Qué pasa si esa máxima por la que estamos organizados de manera antinatural se rompe? Qué pasa si el Estado deja de garantizarnos la seguridad? No es casualidad la serie de hechos que se han venido dando sobre nuestro país en los últimos años, meses y, más crudamente, días. Estamos a merced de grupos paraestatales (fuera del Estado, y no me refiero a las multinacionales legales), y paralegales, esto es, fuera de la ley, fuera del Estado. Viven en la ilegalidad porque no han tomado la decisión que la mayoría de nosotros hemos aceptado. No quieren a la institución Estado, ni a la institución seguridad encima de ellos cuidándolos. Tienen tanto poder que se la pueden ejercer ellos mismos. El problema está en que esta decisión incurre en costos para el resto de aquellos que hemos decidido someternos a un Estado. Y más cuando ese Estado no tiene la capacidad de defendernos de los grupos alternos, ni de su violencia sin límite.
¿Por qué estar sometidos a una policía corrompida y corrupta? ¿Por qué estar esperanzando nuestra vida a grupos que en muchas ocasiones viven y trabajan en colución con estos mismos grupos, por conveniencia económica y por pragmatismo (si no estas con ellos simplemente amaneces muerto, o acribillado fuera de tu casa).
Estamos en un Estado de guerra actualmente, una guerra que se ha declarado unilateralmente del lado del Narco (con mayúscula porque ya es imposible negar que se trata de una institución autosuficiente y monopólica de la violencia como cualquier otro Estado). El Estado México (y muchos otros Estados, si no es que todos) está perdido entre las limitaciones que la propia ley le impone, los grupos corrompidos en todos los niveles, la incapacidad de defenderse y de defendernos, sus propias luchas internas por la sucesión del poder dentro de un año, las intrigas internacionales, las grandes ganancias que innegablemente este negocio deja a quien lo practica y algo que no se puede negar tampoco: Su patético miedo, el del Estado y el de cada uno de nosotros como integrantes de él, por hacer algo al respecto.
Vemos con apatía casi enfermiza cómo cada día amanecen dos, tres, cuatro, diez, quince ejecutados en nuestras calles. Vemos cómo somos uno de los países con mayor número de periodistas asesinados y desaparecidos. Vemos cómo estamos en algunos puntos del país, en un Estado natural de violencia en donde se han perdido todas las batallas habidas y por haber, y desgraciadamente estos puntos están en una inexorable expansión a todos los niveles geográficos e institucionales. Vemos cómo la violencia toma el control de las calles, cómo estamos cada vez más indefensos.
Estamos perdiendo como Estado la guerra más importante, la única que no nos podemos dar el lujo de perder por sus costos. Si hicimos un pacto con la organización Estado y descubrimos el fraude en el que estamos viviendo, fácilmente podremos revocar el contrato en cualquier momento. Volver al Estado natural del que hablaba Thomas Hobbes en su libro "El Leviatán" implica perder todo lo que tenemos y hemos logrado como sociedad. Muchos Estados han caído, o se han acercado a este estado, al estado de guerra, al estado de inseguridad, al estado de impotencia. Las consecuencias son inmediatas y en todos los niveles. El costo económico y social es tal que perdemos la esencia como Estado.
Quiero pensar positivamente. Quiero pensar que el Estado mexicano no ha hecho un pacto alterno al que tenemos todos (o casi todos) los habitantes con él. Quiero además pensar que no existe una tolerancia de parte del gobierno para que los grupos paralegales encabezados por los narcotraficantes, secuestradores (si no son los mismos), y asesinos vivan y dejen vivir. Quiero pensar, como ha reiterado en sus declaraciones cada uno de los miembros del gobierno actual, que la lucha por el poder que se está dando en las calles es precisamente porque el gobierno está haciendo algo al respecto y que está acabando con la estructura del narco. Quiero pensar que lo que estamos viendo son los últimos coletazos de un animal moribundo que ha perdido su privilegio como organismo separado de las obligaciones con nuestro país. Que ahora sí se están haciendo las cosas. Preocupados deberíamos de estar si no vemos los efectos de un mercado de 150,000 millones de dólares anuales que es ilegal, como dicen los gobernantes. Pero no podemos dejar de estar preocupados por las consecuencias de esta declaración de guerra, porque en muchos de sus frentes el gobierno se ha visto superado de manera alarmante. Y para muestra lo sucedido en Nuevo León hace unos días, en donde se ejecutó a dos narcotraficantes en un centro recreativo a plena luz del día (Dave & Buster's), en un centro comercial con circuito cerrado de televisión, en uno de los "Municipios más seguros de Latinoamérica" como es San Pedro, dos muertos y un herido, salieron caminando, tomaron un Jetta con placas del Distrito Federal, anduvieron tranquilamente hasta unas cuadras más adelante en donde cambiaron su automovil por un Hummer amarillo y fueron tan "evasivos" que la policía los perdió y es fecha que no los encuentra. Si alguien puede decirme que tan "evasivo" un Hummer amarillo puede ser en una ciudad que me aventuro a decir que no tiene más de 10 de ellos, en una zona en donde solamente había una avenida principal que los pudiera sacar (Lázaro Cárdenas). Por favor. Las conclusiones que uno puede sacar son muchas, y ninguna satisfactoria. Solamente se puede pensar en dos posibilidades: o tuvieron miedo o tuvieron tolerancia, y prefiero con todas mis fuerzas pensar en la primera porque la segunda implica un fraude a todos los miembros de la sociedad.
El pretexto que han puesto los que desde arriba supuestamente han de cuidarnos, es la falta de trabajo en equipo entre los tres niveles de gobierno. La mayor parte de los hechos que quedan impunes son fácilmente evadidos por este pretexto tan patético y sin razón: No nos corresponde. El mismo gobernador de este "Estado del Progreso" como se hace llamar declaró que no le correspondía combatir al narcotráfico, sino que era competencia del gobierno federal. Si señor, pero el asesinato en un lugar público, provenga de donde provenga si es de su incumbencia. La descoordinación se liga de una manera casi automática con la cobardía de nuestras fuerzas de seguridad que no hacen absolutamente nada para no meterse en problemas con grupos que los superan fuertemente en armamento y en capacitación.
Un ejemplo de esto es el grupo de los Zetas, que han estado involucrados en la mayor parte de los atentados en los últimos años. El origen de este grupo de mercenarios es un grupo élite que se creara durante los últimos años de la Presidencia de Ernesto Zedillo y el principio de la administración actual. Su entrenamiento fue en diversas partes del mundo, principalmente Estados Unidos. No se escatimó en gastos para su armamento, para su adiestramiento y para la labor de inteligencia. Sin embargo no se tomó en cuenta que estos individuos fácilmente podían ser corrompidos como han sido cada uno de los grupos que para este fin se han creado, incluyendo al tan venerado ejército. El grupo de los Zetas fue comprado por Osiel Cárdenas, el capo del Cártel del Golfo, actualmente "recluido en una prisión de máxima seguridad", y es el promotor de la mayor parte de la violencia que se ha desatado en la región de Tamaulipas, Nuevo León, Sinaloa y Baja California. La guerra está desatada en dos frentes: entre los dos cárteles más fuertes, el del Golfo y el de Sinaloa lidereado por Joaquín "el Chapo" Guzmán, y de estos con las fuerzas de seguridad. Pero la pregunta que por más que le quiero sacar la vuelta es esta. Si estos señores llamados los "Zetas" fueron entrenados por el mismo Gobierno, es obvio que tengan fichas de su identidad, de su procedencia, de su domicilio, de sus familiares, de sus amigos, de sus actividades. En fin, es tan evidente que pueden localizarlos y aprehenderlos, que me causa más que escalofríos pensar quién está detrás de todo este desorden, y en conspiración con quien. Se los dejo de tarea.
Los niveles actuales de violencia son tan alarmantes que incluso en Estados Unidos han comenzado a preocuparse, por la fuerte probabilidad de que alguno de estos grupos, por dinero y nada más que ello, decida ligarse con alguno de los muchos grupos que actualmente pretenden hacer objetivos terroristas algún punto de la Unión Americana. Es una probabilidad que existe, y ante el descontrol que el gobierno mexicano tiene actualmente sobre estos grupos, es un riesgo que estoy seguro, ellos no querrán correr. Las declaraciones de Tony Garza, embajador de Estados Unidos en México no deben de tomarse a la ligera, sino con suma preocupación.
El cambio de procurador de justicia, relevado por un hecho irrelevante más como lo fue el proceso supuestamente "judicial" al que se impuso a López Obrador, ha sido en el peor momento, cuando los grupos narcotraficantes se están matando por llevarse el premio que es el control del tráfico de narcóticos. La ineficacia de Macedo de la Concha (ex-procurador) era más que evidente en todos sus frentes salvo pequeñas excepciones, pero el relevo tan sorpresivo no ha hecho más que crear más confusión. Confusión que estos grupos con todo el poder y todo el dinero posible han sabido aprovechar de la mejor manera, a costa de nuestra propia tranquilidad.
Soluciones hay muchas, pero todas ellas implican compromisos que no estoy seguro que queramos tomar. Todas ellas implican costos muy fuertes que en el estado de apatía y desconfianza en el que nos encontramos, serán difícilmente accesibles. Uno de ellos es la coordinación forzada entre las distintas instancias. Esto se puede lograr mediante premios a los elementos que hagan su mejor esfuerzo, y castigos ejemplares a aquellos que no los hagan o que de plano estén trabajando en el frente contrario, pero en la nómina de nuestro Estado. No sé si hayan escuchado de la figura que hasta la fecha existe, denominada "Traición a la Patria" que es castigada con la pena de muerte. Esta figura puede ser usada tanto para elementos de la propia institución, como para aquellos grupos que en evidente reto a las instituciones mexicanas, están lucrando con nuestra tranquilidad y salud. No necesitaría ser pasada por ninguna de las Cámaras porque de hecho ya existe. Quién tenga el valor de usarla, lo dudo mucho que haya.
Otra solución que también se puede y se debe de usar es la despenalización del mercado del narcotráfico. De esta manera se destruye su único medio de ingreso a los grupos narcotraficantes. Sin dinero no serán más que un grupo de delincuentes más. Ambas propuestas son extremas, pero el caso actual también lo es, y es necesario que alguien, alguno de los miembros de nuestro gobierno asuma el costo histórico, político y electoral de tomar decisiones que se deben de tomar.
Si alguien conoce a uno de estos, que me lo presente, porque yo para donde volteo solo veo egoísmo, hipocrecía y cobardía. Pongan el color que le pongan de fondo en la boleta de elección. Espero sinceramente que esta decisión se tome antes de que alguno, o muchos de nosotros miembros de esta sociedad, nos percatemos del fraude gigantesco que el Estado mexicano nos está haciendo actualmente en nuestro contrato por la seguridad. Espero que la revocación no venga de manera armada como ha sucedido cada cien años desde hace dos siglos.
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