Luis y Heberto.
9 de Junio de 2006.
Cada uno representó lo mejor de cada visión del México de aquellos años. Los ochenta fue una de esas épocas que se recuerdan con una sonrisa amarga o con una mueca de dolor que produce algo de placer. A final de cuentas siempre somos resultado de la historia que nos trae hasta aquí.
Para mi la década de Cárdenas, de Muñoz Ledo, del Maquío y de los sinarquistas golpeando porros me tomó sumamente pequeño. Me confieso un veinteañero que me divertía mirando a los Thundercats, a los Halcones Galácticos y una que otra vez a Tom & Jerry. La política me importaba poco.
Incluso para mi residencia esto resultaba extraño pues viví en uno de los Estados que vivió más activamente la política anti-priísta: Baja California. Después de la huelga de hambre de Luis H. Álvarez en 1986 (de la que me enteré hasta mi carrera en ciencia política unas décadas después) la sucesión de movimientos fueron dándose para que dos personajes convergieran en una necesidad inexorable, inevitable y, más importante, impostergable.
Me enteré de la crisis cuando una vez yendo al mercado de la mano de mi madre me descubrí que antes ella compraba todo lo que llevábamos en las bolsas con diez mil pesos (diez pesos de los que luego fueron nuevos). No lo podía creer. Para ese entonces tenía como ocho años y ya habían pasado los momentos más álgidos de la lucha por la democracia.
En un momento de la contienda y de la lucha contra el fraude electoral dos personajes antagónicos se encontraron en un camino común. A pesar de mi ignorancia y de mi desinterés natural me enteré de esto. Heberto Castillo y Luis H. Álvarez detuvieron sus luchas ideológicas por un bien común y así descubrimos, al menos los viejos que todavía se acuerdan de eso lo hicieron, que un acuerdo genuino entre ideologías diferentes se puede dar por un bien común: el país.
Cuando estuvieron sentados en esa mesa ejemplar poco antes de la elección de 1988 estos dos hombres, con sus virtudes y sus defectos sostuvieron la mirada por unos segundos y luego olvidaron sus orígenes para converger en sus futuros. No acostumbro idealizar a quienes ya no están aquí para cometer errores pero en esta ocasión vale la pena hacerlo.
En realidad nunca se dio una fusión de fuerzas en contra del PRI porque resultaba ingenuo. Lo que sucedió fue un entendimiento mutuo de que juntos serían mejores. El Maquío y el Ingeniero nunca se entendieron pero sus líderes detrás de bastidores mantuvieron la estrecha relación que sólo se quebró hasta que Salinas de Gortari y sus asesores maquiavélicos, especialmente Córdoba Montoya, le llegó al precio a algunos panistas que finalmente quebraron el acuerdo y se fueron por la oferta.
Después del reconocimiento de las elecciones muchos panistas tuvieron que salir de ese partido que hasta la fecha no se ha podido recuperar de lo que aceptaron en ese septiembre negro de 1988. También el Frente Democrático se dejó llevar por el dinero y aquéllos que no aceptaron la oferta fueron asesinados uno a uno. El precio era irrenunciable.
Heberto y Luis se alejaron del círculo de poder y dieron pie a un asalto terrible de estos partidos. Ambos partidos perdieron su legitimidad y se lanzaron como cerdos por la mazorca. A final de cuentas el acuerdo detrás de las cámaras fue preciso: Déjame ganar esta vez y ustedes tendrán lo que tanto han deseado. Déjenme esta vez y yo los dejaré en adelante.
El acuerdo fue una mordida para el país. El acuerdo entre esos tres partidos ha sido hasta la fecha la cruz con la que hemos cargado. Si revisamos nombres y apellidos de quienes han sido gobernantes desde entonces encontraremos sorpresivas similitudes y coincidencias en apellidos. Los tres partidos se disputan el poder en elecciones cada vez más agresivas pero en la que todos tienen idea hasta dónde jalar la liga. A final de cuentas el financiamiento público y las inmensas restricciones para formar nuevos partidos hacen el reparto de puestos y dinero muy sencillo para estas tres agrupaciones.
Heberto y Luis habían pactado algo totalmente diferente. Heberto se sumó a la campaña de Cárdenas casi al final pero el movimiento de izquierda que él representaba no cupo en el PRD por mucho tiempo. La podredumbre tiende a apestar y sólo los cerdos la soportan. El acuerdo había sido para el país, no para repartirse el mismo fraude que el PRI representaba y actualmente todavía representa.
Lo que logramos por esta Partidocracia con mayúscula es que el fraude se multiplicara por tres y que los pleitos que ahora vemos en campaña no sean en realidad por proyectos distintos de nación ni por verdaderas intenciones de cambio. Las complicidades y las conexiones entre los políticos que mudan de piel como si de serpientes se trataran no es casualidad pues a final de cuentas la idea es mantenerse dentro del plato que da de comer gratuitamente mientras el país se sigue hundiendo.
Aquél acuerdo que Heberto y Luis en una reunión prometieron fue defraudado por los mismos correligionarios que encontraron en el acuerdo con Salinas más dinero y más ventajas personales. Los Cárdenas y los Fernández de Cevallos junto con todas sus huestes, incluidos López Obrador, Madrazo y Calderón, todavía los podemos ver cómo se reparten el poder unos a otros. Podemos ver a los hijos y los hijos de los hijos heredándose el poder como si se tratara de un asunto entre familias y no nuestra democracia.
Hay quienes dicen que la democracia llegó a México. Yo digo que la dictadura sexenal sólo se repartió entre más manos. Seguimos en los mismos principios que hacían que el sistema funcionara a la perfección para los políticos que podían y pueden repartirse los millones. La democracia sigue siendo una ilusión, un buen pretexto y una excelente excusa para mantenerse en el poder succionando los recursos que podrían significar la diferencia entre crecimiento y desarrollo, y el estancamiento que sólo beneficia a las grandes empresas, y obviamente a los partidos en el poder sean del color hipócrita que sean.
Qué darían los políticos actuales por ser una décima parte del tamaño de aquellos grandes luchadores que tuvimos en la ya vieja década de los ochenta. Con todo y que yo veía los Thundercats, entre voces y miradas recuerdo a mis padres nombrando a estas personas con respeto.
2 comentarios:
Democracia de mentiras...
Algun ejemplo que te guste de una de verdad?
Tenemos mucho que aprender.. los mexicanos tenemos que poner mas atencion a los detalles y dejar de creer en las cosas superficiales.
Que miedo que mis hijos o mis nietos en sus libros de Historia estaràn estudiando a Fox, Salinas, Colosio, AMLO, Zedillo.
Ellos para mi han sido una de las personas merecedoras de estar en los libros de la Historia de Mèxico. A lo mejor no son los màs importantes pero si los que tuvieron màs escàndalo.
Que bonito serà que mi "viejito" cuente esas historias...
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