julio 30, 2009

Re-feudalización

No sé si pueda unirme al optimismo de algunos sectores de la sociedad sobre la desesperación del crimen organizado y sus ataques cada vez más cercanos a la sociedad. Me queda claro que el asalto a un convoy de la SEDESOL en la sierra Tarahumara es un acto despreciable, no sólo por los inocentes que fueron asesinados, sino por las familias que sufrirán hambre como consecuencia de estos animales.

Hace unos días mientras disfrutaba unas ricas quesadillas con queso de Oaxaca con un buen amigo, hablábamos entre otras cosas de un proceso de re-feudalización de la sociedad. Alegando en contra mía, mi amigo me comentaba que en realidad nunca habíamos salido de ese estado. Yo le contestaba que afirmar eso sería como negar todo el proceso de modernización e institucionalización (entiéndase la creación de constituciones, leyes, instituciones y demás ingredientes del Estado moderno). Su respuesta continuó siendo negativa. Siempre hemos mantenido los mismos modos, señores que se encargan de ciertos territorios y personas que pagan su tributo en dinero, especie o lealtades. La charla se extinguió porque no fue acompañada por un buen whiskey, pero quedó como referencia para lo que hoy quiero escribir.

Las últimas acciones del crimen organizado pueden ser leídas desde dos ópticas. La primera que ha sostenido el gobierno federal y algunos de sus allegados, es que estos últimos ataques reflejan la desesperación de los cárteles que ya tienen a la autoridad encima. La otra versión sería que los cárteles simplemente están adaptándose a la nueva situación de hostigamiento, y funcionando de manera más horizontal y difusa. La primera debería llenarnos de gusto y emoción: pronto tendremos buenas noticias. La segunda sinceramente me causa pavor.

Las consecuencias de ese escenario nos plantean varias situaciones. La estructura vertical ha dejado de ser eficiente, por lo tanto los cárteles de la droga tenderán a asumir organizaciones en red similares a aquellas que operan las células terroristas. Implicará que no tendrán cabezas visibles, sino que operarán a través de contactos distribuidos en varias partes del territorio a la vez. Otra de las implicaciones será que sus giros se diversificarán ante la imposibilidad de sostener la figura violenta y autoritaria de sometimiento frente a funcionarios públicos. Existe una anécdota sobre la situación en Nuevo León que no he podido demostrar, pero que los hechos suponen que algo así sucedió. Cuando estaba la situación del conflicto entre los cárteles de Sinaloa y del Golfo en su apogeo en 2006 con sus cientos de ejecutados al año, los líderes de ambas bandas se sentaron a negociar la plaza. Desde ese momento, los cárteles no sólo obtendrían dinero del tráfico, sino que también buscarían el consumo, el secuestro, el robo, la prostitución y toda aquella actividad lucrativa que pudiera estar relacionada. Los muertos terminaron, pero la sociedad comenzó a sufrir sus consecuencias.

Si lo que este escenario apunta es verdad, entonces estaremos viendo la evolución del crimen organizado hacia algo más sofisticado y difícil de combatir, pues se mezclará con los patrones de la delincuencia común. El aumento en robos, asaltos y secuestros en nuestro país obedecerán no a la desesperación que quieren proyectarnos las autoridades, sino a un movimiento perfectamente calculado que puede traer consecuencias complicadas si la autoridad se confía. Sirva esto como argumento a favor del escenario de re-feudalización que construía.

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