octubre 22, 2009

Asuntos de Estado

Vengo llegando de una presentación de libro del profesor Rafael Aguilera Portales. Siempre estimula una charla de este tipo, sobre todo en cuanto a la profundización de mensajes que parecen desgastados y pasados de moda. Un ferviente institucionalista y seguidor de Luigi Ferrajoli, una especie que parece en peligro de extinción en este mundo lleno de catastrofistas y apocalípticos.

El fin del Estado, la transición hacia una sociedad donde los contratos ya no son el elemento clave (de qué sirve tener una Constitución cuando a través de una serie de transacciones financieras en línea puedo destrozar un país entero), un mundo donde las leyes son para que las respeten los ciudadanos cautivos por sus mismas sociedades, aquellos trabajadores asalariados, aquellos que aún tienen la mala suerte de seguir atados a un espacio físico cuando la mayor parte de la economía y la cultura sucede en espacios virtuales.

¿Cómo encaja la reflexión de Aguilera Portales en este mundo? Un reencuentro con el Estado, con sus normas, con el rescate de lo público como única alternativa ante esta desazón e inestabilidad. Su libro "Democracia en el Estado Constitucional" (Porrúa, 2009) aborda algo de esta discusión. La verdad es que como público fuimos tan irresponsables y desobedientes para alejar la discusión de las líneas de su trabajo, sin embargo él siempre encontró forma de reconectarnos ¿Derechos Humanos en un mundo donde los Estados pueden abrazar el término y sus valores, pero cuyos gobiernos son materialmente incapaces de defenderlos y promoverlos (esto en el mejor escenario, pues en el peor ni siquiera tienen interés en hacerlo más allá de una firma o ratificación)? La respuesta es complicada, me dice. Tenemos que aferrarnos al rescate de las instituciones, de las normas, de la cultura institucional, o estamos perdidos. He escuchado esta respuesta en infinidad de ocasiones y sólo atinaría a complementar que con la misma decepción. El rescate de lo público parece una solución atinada si es que el Estado aún fuera una alternativa viable. La verdad es que nos encontramos en un mundo donde la transición se ha vuelto la norma y no la excepción.

Nos movemos a un mundo donde será más importante quiénes sean tus aliados estratégicos y cuántos recursos tengas para protegerte, pues se habrán debilitado tanto las instituciones públicas, que seguramente ya tendrán dueños particulares que pagan para que funcionen para su beneficio (qué mejor ejemplo que las policías en México). Recuperar lo público suena como una lucha imposible de ganar, pero también imposible de dejar de luchar. Alguna vez compartí una torta del Súper Salads con un amigo de un amigo que se quejaba amargamente de eso: recuperar el Estado se vuelve un impostergable, eso lo ha entendido el presidente y por ello su lucha hasta las últimas consecuencias. Que pierda es seguro pero, ¿será su ejemplo un buen primer paso? Se acabó luego la ocasión que nos congregaba (la torta, digo), y se acabó la charla. Lo traigo a colación porque parece irremediable que terminemos en ese lugar común.

Cuando hablamos de asuntos de Estado, decía Aguilera Portales, nos referimos a aquellos asuntos donde podríamos tener posturas políticas, pero que por un fin aún más importante que el debate, se vuelven temas indebatibles (de la esfera de lo indecidible, agregaría Ferrajoli). La recuperación del Estado se vuelve una respuesta necesaria, la pregunta que me preocupa es, ¿qué tan vigente sigue siendo? Sigo sin obtener respuesta.

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