agosto 19, 2011

Democracia de soya

La democracia es de soya. Tiene saborizantes, tiene olores, parece si se ve de lejos, pero falta hincar un diente para darse cuenta que no es más que una tierna imitación. Lo fácil sería hacer otro texto donde se culpara al maldito gobierno, al sistema corrupto, al candidato villano en turno, o al diputado más odiado. La verdad no, eso ya también es un reclamo de soya. Vamos tomando las cosas con seriedad.

Manejar por la ciudad y descubrir que se es el único idiota que no usa el acotamiento para rebasar por la derecha y sacarle la vuelta al tráfico. Sonreírle al guardia de la salida de la colonia, pero ser un verdadero hijo de puta con el que te pide una moneda en la siguiente esquina. Vociferar contra el gobernador o el alcalde, pero no tener la más mínima mortificación por comprar una casa que está destruyendo la última reserva de la ciudad. Claro, la vista es espectacular.

¿Qué nos hizo suponer que la democracia era parte de nuestra cultura? Para donde volteo no veo más que personas egoístas e hipócritas. La aspiración democrática es una prenda que nos ponemos a la fuerza, nos aprieta por todos lados, nos impide respirar libremente, pero ahí vamos con ese traje que evidentemente es más chico que nuestro volumen sobredimensionado. Pero pobre del que haga notar lo ridículo de la situación. Si se insinúa que el traje no nos está quedando, inmediatamente vienen las murmuraciones, los reproches, los insultos por la falta de fe, las sospechas de que en esas críticas se esconde un fantasma autoritario.

La verdad es que se nos acabó la imaginación. Carecemos de buenas ideas que proyecten nuestra vida personal más allá de la inercia de los propios programas mañaneros que nos despiertan con aerobics y cocina del chef popular en turno. Carecemos de solidaridad para descubrir que tendríamos que ser nosotros en nuestra convivencia diaria, en el trato que tenemos con los más cercanos, los que podríamos cambiar la idea de que este país puede llegar a ser democrático.

La democracia no es una forma de gobierno. Dejemos eso para los idealistas. La democracia debería ser una forma de ver la vida. Mientras seguimos esperando que la solución venga de fuera o de arriba, sigamos rebasando por la derecha en zona escolar.

Lo más triste es que al único que debemos llamar pendejo la próxima vez que hablemos de política es a nosotros mismos. Todo lo demás es espectáculo. Entretenido, claro que sí, pero espectáculo al fin.

1 comentario:

LuisVillavi dijo...

Muy buen texto, por lo breve, conciso y contundente. Felicidades.