Publicado en Jornada Aguascalientes
El ciudadano intenta entender al gobierno a través de al
menos dos fuentes: sus discursos y acciones. Normalmente la primera es muy bien
cuidada por decenas de asesores en comunicación y secretarios particulares,
pero la segunda tiende a ser más simple y revela con más claridad las agendas
ocultas que el gobierno tiene.
El mejor ejemplo de esta semana ha sido la promulgación
de la reforma financiera por el presidente Peña. Se vende como un triunfo para
el sistema financiero mexicano y como la oportunidad para que finalmente la
banca otorgue más créditos a los mexicanos, pero una vez que se pone atención a
lo aprobado, no queda más que preguntarse quién fue el verdadero beneficiado
por esta reforma.
Decían los banqueros que no prestaban porque en las leyes
no había certeza para que los prestadores pudieran recuperar en caso de
deudores morosos, y eso los hacía elevar las tasas de interés para poder asumir
el riesgo. La realidad es que los bancos en México no prestan porque no tienen
que hacerlo. Mejor ejemplo no pudimos tener en 2009, cuando los bancos
estadounidenses y españoles en el mundo reportaban dramáticas pérdidas mientras
que sus subsidiarias mexicanas no paraban de reportar ganancias de dos dígitos
¿Por qué? ¿Acá la crisis financiera global no afectó? ¿Tuvimos un mercado
financiero lo suficientemente sólido como para que se cumpliera la profecía del
catarrito que tan famoso hizo a nuestro ahora gobernador del Banco de México Agustín
Carstens? No. La realidad fue mucho más
simple. Los bancos en México ganan dinero por las comisiones que cobran. Basta
poner atención a los estados de cuenta que nos hacen llegar cada mes para
percatarnos de ello.
Desde hace cuatro sexenios los bancos en nuestro país
viven en una luna de miel producto del rescate del FOBAPROA/IPAB. Sus carteras
vencidas fueron absorbidas por los contribuyentes y los bancos rematados a
capitales extranjeros. Desde entonces, y con la falsa justificación de la poca
confianza, los bancos han mantenido una actitud rentista sin asumir riesgos
reales ¿Para qué prestar si con las comisiones basta y sobra? ¿Para qué bajar
las tasas si los mexicanos siguen adquiriendo tarjetas de crédito que pagan
entre cuarenta y setenta por ciento de interés?
Y aquí comienza el problema entre el discurso y las
acciones. Dice el presidente que su principal objetivo es promover la economía.
El mismo tiempo que hace esto, presenta una reforma fiscal que sigue cobrando
más a los mismos sin aumentar la base gravable, y que pone más presión
precisamente sobre el sector más vulnerable a los cambios. Aunado a esto,
presenta una reforma financiera cuyo principal mérito es que los bancos ahora
podrán solicitar a los jueces el embargo e incluso encarcelamiento de deudores,
mientras el resto de la estructura financiera sigue intacta. Traducción, más
facilidades a los cobradores para seguir extorsionando al tiempo que los bancos
no se ven obligados por ningún lado a prestar su verdadera función en la economía.
Ante esta discrepancia podemos asumir dos hipótesis: la
falta de una estrategia coherente o la presencia de agendas que podrían estar
contraviniendo la “agenda oficial” que se muestra en sus discursos. Más allá
del círculo cercano al presidente no habrá quién conozca esto con certeza, pero
las acciones nos pueden revelar algunos datos ¿Por qué se vería inclinado el
presidente a favorecer a estos grupos de manera tan abierta y sin una clara
compensación para el sector verdaderamente afectado en esta ecuación?
Normalmente se puede dibujar la estrategia oculta siguiendo a los beneficiados
en una política. En este caso ¿Quiénes son los verdaderos ganadores?
Al tiempo que no paramos de ver elogios en la prensa
internacional para el presidente mexicano, podemos comenzar a entender hacia
dónde se están dirigiendo los regalos de nuestro mandatario y su equipo de
trabajo. Las próximas reformas nos seguirán dando luz sobre esto.
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