enero 29, 2014

La delgada línea


La Secretaría de Hacienda tiene la firme consigna de hacer pagar a los contribuyentes por las buenas o por las malas. La muestra más evidente fue el padrón de deudores y tramposos, que puso la presión social del lado del ciudadano para al menos manchar la imagen de aquéllos que no están cumpliendo con sus obligaciones. Aunque hace falta trabajar el producto final y agregar algunas empresas que claramente están recibiendo un trato diferenciado, el objetivo es bueno y la estrategia efectiva.

Parte de las estrategias que están utilizando para presionar a los contribuyentes incluye la revisión de los permisos que deben tramitar los dueños de yates que están estacionados en marinas del país. Aunque el trámite es relativamente barato con el equivalente a cincuenta dólares al año, el formato que tradicionalmente se había utilizado era uno de importación de autos. Ahora los dueños se enteran de la peor manera que, aunque siempre pagaron el impuesto correspondiente, están siendo castigados por un error que se le podría atribuir a la propia oficina de aduanas. Los agentes están realizando desde el año pasado confiscaciones que más que ayudar a las arcas mexicanas, está dañando el sector turismo de México. La imagen del país se deteriora ante el temor de que un vehículo que en ocasiones puede pasar el millón de dólares, pueda perderse por un permiso de cincuenta dólares.

Todas las proporciones guardadas, pero el año pasado un caso similar llegó a la prensa internacional. El presidente francés Francois Hollande decidió imponer impuestos más altos contra la población francesa. El argumento, similar al que ahora está utilizando Peña Nieto, era que el crecimiento económico nos iba a costar a todos. En reacción Gerard Depardieu, uno de los actores más influyentes del cine francés, se pronunció contra estas medidas, y tomó la decisión de migrar a otro país. La solución a los problemas económicos no necesariamente tiene que pasar a través de hacer más rico al gobierno. Siguiendo una metáfora que se ha hecho famosa en las redes sociales, no se puede intentar cargar un balde si estamos parados adentro de él, por más que lo hagamos con mucha fuerza. Los impuestos tienen el mismo efecto, y en ocasiones las prácticas para lograr una mejor recaudación obran como balazos a los pies.

El cuento de la baja recaudación cuando nos comparamos contra los países de la OCDE ya es viejo y trillado. Bajo este argumento se han firmado incontable cantidad de acuerdos legislativos para hacer más duras las penas contra los que no pagan. El problema sigue siendo el mismo, el sector informal de la economía es una fuente inagotable de mordidas para todos los funcionarios que supuestamente se dedican a regular el comercio. Si realmente quiere recaudar más, tienen que encontrar mecanismos que permitan la regularización a través de cuotas únicas a estos comerciantes, o hacer más sencillo el pago de los impuestos. Obligar a que los comerciantes ambulantes e informales a que tengan que acceder a Internet para emitir facturas electrónicas con certificado fiscal y cadena de seguridad no es una estrategia realista.


El problema fiscal en México pasa por un entendimiento débil del funcionamiento de la economía. Las ocurrencias siguen sucediendo, en lugar de plantear propuestas simples y generales para todos los contribuyentes, y donde la recaudación suceda de manera automática y sin la necesidad de agentes y cobradores que terminan lastimando más a la economía que los pocos pesos que puedan recuperar. Por lo pronto tendríamos que preguntar a la Secretaría de Hacienda qué va a hacer con todos esos yates que ahora descansan en sus bodegas, y cuánto realmente le va a costar al país en número de turistas que dejarán de venir. Como dice el dicho, el camino al infierno está pavimentado con buenas intenciones, y la estrategia fiscal del gobierno actual comienza a revelar algunos de sus fantasmas. 

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