febrero 25, 2014

El bache y el parche

Publicado en El Norte

¿Cómo enderezar el vínculo electoral en nuestros políticos? No es una pregunta retórica que busca una respuesta simple, sino una invitación a reflexionar un problema que constantemente padecemos en Nuevo León, y puedo aventurarme a decir que sucede en todo el país. Los políticos están pensando en la próxima elección sin dedicar el esfuerzo que deberían al cargo por el que fueron elegidos. Tampoco se trata de ignorar que al vivir en una democracia, nuestros políticos busquen un futuro, pero, ¿dónde está el límite para que estos personajes gobiernen en el presente y no solo para su futuro?

Cada uno de ellos tiene legítimas aspiraciones que cumplen con una función política importante. La rendición de cuentas y la capacidad del electorado para evaluarlos están ligadas con ellas. Sin embargo, los municipios que gobiernan reflejan un panorama desalentador en servicios públicos básicos como pavimentación y alumbrado público, ¿no deberían ser cartas de presentación que les preocupe mantener en buen estado? ¿Por qué no es así? ¿Por qué prefieren gastar millones para recorrer noticieros locales y tomarse la foto con señoras y niños en lugar de cumplir con el cargo que juraron servir?

En los ochenta y principios de los noventa tomó relevancia la teoría de la ventana rota, introducida en las ciencias sociales por los profesores Wilson y Kelling. El principio básico es que si un objeto luce deteriorado, genera la percepción de abandono y por lo tanto aumenta la impresión de que a nadie le importará si es vandalizado. Decían estos autores que una ventana rota en un edificio hará que en cuestión de horas, otras ventanas también sean destruidas ¿Qué pasa con una ciudad que luce descuidada, cuyos servicios son malos, la limpieza y el orden siguen siendo la excepción antes que la regla, y sus responsables se la pasan en constante campaña política? Los baches proliferan por la ciudad y la solución es mandar un camión que parche lo que la siguiente lluvia se llevará. La ciudad se deteriora y la actitud de nuestros políticos al respecto es de un cinismo preocupante. El costo que está teniendo para nuestra calidad de vida no se limita a sus oportunidades políticas, sino que nos impacta a todos de manera incuantificable.

Este problema se encuentra en el centro del debate en la administración pública ¿cómo hacer para que la sociedad tenga mejores controles sobre sus representantes? La discusión pasa desde su participación en la asignación y evaluación de los presupuestos, hasta la capacidad para sancionar acciones contrarias a los intereses de quienes lo eligieron, no es casualidad que nuestros políticos sigan dejando fuera el tema de la revocación de mandato en nuestra Constitución.

Aún sin cambios en la ley, deberían pensar que la peor sanción que puede recibir un político es la próxima elección, pero algo falla en nuestra fórmula para Nuevo León. Los que se perfilan para candidatos a la gubernatura no lucen preocupados por mantener un municipio en buen estado como plataforma política, y menos en escuchar a la población que les presenta quejas que siguen sin solucionarse ¿Creerán que sus estructuras clientelares son suficientes para ganar la elección? ¿Eso es lo que les dicen los números en el pasado? Deberían mirar dos veces, pues hace tiempo que en Nuevo León un alcalde no gana la gubernatura.


El deterioro de la ciudad debería ser la mayor preocupación de quienes gobiernan estos municipios. Su desempeño en el gobierno es un reflejo de lo que serán en su próximo cargo, e idealmente sería nuestro insumo al momento de decidir por quién votaremos en 2015. Hay plataformas ciudadanas en Nuevo León que han dado seguimiento puntual a quiénes están cumpliendo con lo que se comprometieron en campaña, y quiénes tristemente prefieren hacer más caso a sus asesores de imagen. Siguen pensando que al electorado se les compra con pan y circo. 

No hay comentarios.: