Las campañas políticas se han convertido en un concurso publicitario. Aquél con la mejor sonrisa, aquél con el mejor color de fondo, con el traje correcto, aquél que aparece más veces en la televisión, el más apuesto o más guapa, el que junte la mejor frase, la más pegajosa, aquél que deje más de lado los argumentos para rellenar esos espacios con palabras contundentes, que muchas veces son cascarones vacíos. Aquél va a ganar lo más seguro.
La idea principal de hacer un ejercicio propagandístico de un determinado candidato o partido político tiene la finalidad, de fondo, de dar a conocer las propuestas de esa persona, y sin embargo en la actualidad, se ha perdido la esencia. En lugar de que la finalidad sea convencer de un proyecto, se desvía hacia convencer de la necesidad de que un candidato llegue al poder. Se intensifica tanto esta carrera por llegar al cargo político que se difumina el sentido mismo. Se vota por un icono sin más fondo que el mismo.
Como futuro analista político esto me hace cuestionarme si éticamente es lo mejor para la sociedad. La falta de regulación, especialmente en un país como México, ha hecho que a raíz de haber obtenido nuestra democracia, gracias a la institucionalización de los procesos electorales, tengamos como daño colateral la intensa competencia, muchas veces hecha sin más ética que la que los propios dueños de las casas de imagen, o casas de venta de productos para llamarlos más por su naturaleza real, puedan tener. Estos personajes que muchas veces son quienes deciden finalmente al nuevo funcionario público que tomará nuestras decisiones más importantes. Mi finalidad personal es profundizar más sobre el tema, uno que ha generado mucha polémica últimamente porque desciende a lo más básico de nuestra sociedad.
Es interesante la naturaleza de este fenómeno, pues con la masificación de la política se ha aparejado la masificación de la información. Con la masificación de la información se ha intentado homogeneizar los productos finales para hacerlos más fáciles de digerir por una población pasiva. De esta manera, cuando se le aplica al producto final político, lo que se pretende es de hecho homogeneizar nuestras necesidades, un elemento que no puede ser éticamente posible, ni siquiera naturalmente posible.
Consecuencias más específicas de este asunto es que los políticos actualmente hayan perdido la polarización de las ideas, generando una tendencia de centralización del espectro político. Porque es más sencillo hablar de combatir la pobreza, de mejorar la educación y la salud, de darle dinero a los adultos mayores, que de realmente establecer debates políticos en los que el fondo sea diferente. Ahora tenemos tres o cuatro candidatos con las mismas propuestas, sin diferencias ideológicas, y en donde todos lo único que buscan es ganar el puesto. Otras consecuencias graves es la creación de expectativas irreales, pues con tal de ganar el puesto público se promete el bienestar sin realmente preocuparse por el cómo. Y entonces me pregunto si es ético (con toda la carga que implica esta palabra) generar este tipo de necesidades cuando de antemano se sabe que por la escasez de recursos, será imposible llevarlas a cabo. Y más delicado aún, si es correcto pensarnos como consumidores de un bien o servicio, cuando en realidad de lo que se está hablando es de la dirección de todo un país, Entidad Federativa, Municipio, Distrito, o lo que sea que se esté buscando ganar.
Origen de las campañas políticas masivas.
Las campañas políticas como tales surgen con los partidos políticos y con la mercadotecnia como herramienta. El proselitismo político es producto de las grandes movilizaciones del siglo XIX. La producción en serie, causa y consecuencia de la revolución industrial, llenó la vida de los seres humanos de una masificación que Umberto Eco condiciona a la sociedad moderna como una de sus principales características. La homogeneización de la cultura humana, la tendencia por hacerla una sola, un solo gusto, una sola necesidad y una sola forma de ser. La morfología ideal del ser humano para este fenómeno es el ser humano único, repetible cinco mil millones de veces en todas sus características, para que de esta manera pueda ser fácilmente predecible su gusto y lo más importante sus decisiones.
La vida diaria del ser humano como producto de este nuevo mundo de las marcas se transforma de una manera radical, pues de ser la mass media producto del ser humano, tal pareciera que el ser humano se vuelve producto de su propia creación. Umberto Eco es muy cuidadoso en esta aseveración y no la plantea como tal. Trata de plantear una postura más conservadora (¿o liberal?) en el sentido de darle también la importancia necesaria a la mercadotecnia como propulsora de la sociedad actual. El mismo título de su ensayo: apocalípticos e integrados dice que es lo que pretende proponer. Ninguno de los dos lados tiene toda la verdad. Sin embargo es muy enfático en el sentido de concluir que la vida del ser humano ha cambiado mucho desde que su vida se ve envuelta en una masificación de los gustos. Hace mención de muchos de los elementos que conforman una campaña publicitaria, como el personaje, el medio ambiente, las vías. El personaje, a nivel político, es el mismo candidato, el cual por arte de magia y tras un minucioso estudio de “mercado”, se transforma en la solución de todos los problemas que tiene la sociedad.
También es muy enfático, y una disculpa por repetir el término al no encontrar uno mejor, al decir que la sociedad es también un conductor. Conductor en el sentido físico del término, que significa medio por el cual se transporta la energía. En la medida en que la sociedad sea mejor conductora, las campañas políticas tienen mayor efectividad. Esto se traduce irremediablemente en una fórmula matemática que va de la siguiente manera, y esta no la dijo Eco, aclaro por si se le encuentra un error. La relación entre nivel de conducción de una sociedad es inversamente proporcional al grado de complejidad que una campaña política debe de tener. Y esto lo podemos ver en la calidad de la información que se utiliza en las campañas. Los términos, la calidad de los mensajes, de los candidatos, de la publicidad física o virtual (televisión, radio, Internet, y un largo etcétera), todo está en función de qué tanto la sociedad está dispuesta a asimilar el mensaje que se le pretende “vender”. Más simple de ver: entre más ingenuo sea el grupo-meta, más sencillo crear los medios para convencerlo. Eco divide los grupos en highcult, midcult y lowcult, refiriéndose con cada uno de ellos al grado de “cultura” que tengan y por el cual deba de aproximárseles.
Dice Savater que “lo importante de la mentira es el contexto y a quién se miente” (2004). “… lo importante es que no sean utilizadas para ir en contra de la justicia, del interés público o individual” dice el mismo autor. Comenta este gran filósofo que es innegable que la mentira es parte de nuestra cultura. Que sin ella seríamos terriblemente aburridos y desesperantes. Que muchas veces una mentira es mucho mejor que la verdad si con la segunda se lastima más que con la primera. Sin embargo habremos de revisar la segunda frase encomillada. Si afecta el interés público habremos de por lo menos detenernos a pensar en qué estamos haciendo. Y más aún cuando la misma campaña política de antemano se sabe que es una gran mentira respaldada sobre miles de pequeñas mentiras.
La campaña política se sienta sobre la creación de expectativas que hagan al candidato como la mejor opción. Es vender un producto a un mercado cautivo que muchas veces tiene dos o tres opciones del mismo producto, con las mismas propuestas, solamente con un cambio de color.
En un principio, comenta Sartori, la diferencia entre un candidato y otra estribaba en el espectro ideológico desde el cual pensaba enfrentar los problemas. Pero a medida que se fue haciendo un buen negocio eso de estar en el poder, los candidatos descubrieron la gran ventaja de presentarse cada vez más como una opción holística. Candidato A puede resolver todos los problemas. Los problemas de los ricos, de los pobres, de los empresarios, de los trabajadores, de los extranjeros, de los turistas, de los niños, de los jóvenes, de los adultos, de los viejos, de los animales y los árboles. Todo depende de que lo dejemos llegar al poder para poder así solucionar todos los problemas económicos, culturales, sociales, éticos, familiares e individuales (de cada uno de nosotros, no del propio candidato, pues él mismo es un ser perfecto e incorruptible). A medida que los candidatos se fueron acercando más unos con otros para así no perder parte del mercado, se fue perdiendo la esencia de los partidos políticos.
Es muy interesante, por ejemplo, revisar el ahora arcaico libre de Duverger sobre los partidos políticos, quien los distingue como representantes de una parte (partido viene de ahí, de parte de la sociedad). Actualmente eso no es más que una falacia que sirve para mantenerse en el poder o para llegar a él.
Sus campañas políticas son la manera de lograrlo. Nosotros, su medio, pues la votación cada vez es más importante. Es vendernos su producto. Y su producto somos nosotros, una manera irónica, tal vez incoherente de verlo, pero desgraciadamente la verdad. Somos los compradores de un producto que por derecho nos pertenece: La propia conducción de nuestras decisiones políticas.
Polémica ética sobre su uso.
¿Cuál es el problema? Todos estamos metidos en este negocio y de una manera u otra todos pagamos el precio de estar jugando. Dice Savater que la democracia es actualmente uno de los términos más devaluados. El peor de los sistemas políticos a excepción de todos los anteriores. Actualmente todo político se yergue con la estafeta de la democracia. Las elecciones son parte de esta democracia y por lo tanto es su manera de legitimarse.
Resultado de este hecho es que todos estamos dispuestos a jugar en este rol de demócratas, aunque haya todavía algunas excepciones en el mundo. Sin embargo la percepción que tenemos de democracia puede variar mucho de un lado a otro. Algunos pueden pensarla como la voluntad del pueblo, pero sin definir aquello que llaman pueblo. Muchas veces incluso llegando al extremos de autodefinirse como los representantes únicos del pueblo. Son los únicos que saben que es lo que el pueblo necesita, aunque la mayor parte de las veces no lo que el pueblo quiere. El pueblo como tal es una masa ignorante que en realidad no sabe lo que quiere. Juan José Sebreli resalta este problema con gran habilidad. Detecta cuales son las fórmulas que los políticos en campaña (campaña, pre-campaña, o pos-campaña, cualquiera de las fases en la que se encuentren) utilizan.
La discusión que existe en este problema, dice el mismo autor, es que la definición de pueblo puede ser utilizada tan vagamente, que puede abarcar a cualquiera de las intenciones o ambiciones del político que la utiliza. Pueblo puede ser incluso sus propias ambiciones. En este sentido es que las campañas políticas se pueden transformar rápidamente en la creación de expectativas (como las llamamos al principio) del mismo autor de ellas. La discusión ética es si se cumple lo que en realidad se pretendía con una campaña política.
Hablemos de la campaña política ideal. Como campaña se entiende campo llano sin montes ni asperezas, o el conjunto de actos o esfuerzos diversos que se aplica a conseguir el mismo fin. Campaña política consiste, o debería consistir en el conjunto de esfuerzos con el fin de lograr el puesto político, pero en el camino también es el conjunto de esfuerzos que la sociedad de determinada circunscripción hace para lograr escuchar las propuestas de todos y cada uno de los políticos para decidir finalmente cual de todas ellas conviene más a sus intereses particulares, de grupo, o en el plano más idealista posible, para la sociedad general y su bien común. La discusión de ideas, de acuerdo a la teoría hegeliana de la dialéctica, conlleva al conflicto y de la crisis surgirá una conclusión que contenga parte de las dos o tres ideas enfrentadas. De esta manera todos ganan, pues de una manera u otra todas las posturas tienen una parte en el resultado final, gane quien gane. Sin embargo si se acaba la discusión seria, si la campaña se centra en colores, en personajes, en cultos a la personalidad, a ataques entre los candidatos para convencer no quien es el mejor, sino quien el peor para que votemos por el otro. Los colores y las horas y horas que se pierden en televisión y radio para convencernos de algo tan banal y sin propuestas, esa es la discusión ética.
Hasta qué punto las reglas del mercado pueden realmente descubrir las necesidades de la sociedad. Y hasta qué punto el candidato está obligado a cumplir promesas que de antemano se sabe que no tiene la capacidad física de hacerlo. Así podemos pasar a la tercera parte.
Consecuencias para la conciencia del votante y para la conciencia general de la sociedad.
El votante, como ente miembro de la sociedad si se quiere tomar la postura sistémica de Thomas Hobbes, o como individuo independiente y solo parte de la sociedad como conveniencia si se toma la postura de Jean Jacob Rousseau, está inmerso en el dilema de votar o no votar, en principio, y de por quién votar en caso de hacerse de la primera opción.
Debemos partir de la suposición de que todos los votantes son iguales en su capacidad de elegir. Esto de antemano sabemos que es una falsedad pero de ahí tendremos que partir para entender cómo funciona una campaña política. Las diferencias culturales, educativas e ideológicas-psicológicas tienen un peso muy importante en la toma de la decisión, pero esto no debería ser una diferencia para saber qué es lo mejor para nosotros. Todos, en teoría, sabemos que es lo mejor para cada uno de nosotros y para nuestra sociedad en su conjunto, salvo en los casos en que el interés particular está enfrentado al interés general. De hecho esto pasa muy a menudo y es la causa de que existan crímenes y violaciones a la ley.
Las campañas políticas se basan, por lo menos en teoría, sobre este supuesto. Todos sabemos qué es lo que queremos. Sobre esta base es que pueden utilizar sin cargo de culpas las encuestas como medio para saber qué es lo que deben de vender y ofrecer al electorado. Cada uno de nosotros tenemos la idea de qué queremos, y qué mejor que si nos lo venden en un paquete junto con el resto de nuestras necesidades. Incluso aquellas necesidades que ni siquiera sabemos que tenemos.
Qué consecuencias tiene esto. Es muy sencillo suponerlo. Las campañas políticas saben qué queremos y nos lo venden. Lo vemos en la televisión y estamos convencidos de que el candidato sabe qué queremos, y como consecuencia suponemos que sabe cómo ha de solucionarlo. Y si no lo sabe, por lo menos ya es ganancia que sepa qué queremos. Si no sabe cómo solucionarlo es algo que se puede en el camino ir arreglando. Así se supone que pensamos.
El problema es que la mayoría de las veces ni siquiera sabemos qué queremos. Supongamos otra vez esta sociedad homogénea de la que hablaba Umberto Eco. Todos somos iguales y todos queremos lo mismo. Entonces La Solución (con mayúscula) la tendrá El Candidato (con mayúscula). Lo único que tenemos que hacer es tomar nuestra papeleta y votar por aquél que nos tiene todas las soluciones. Sencillo. Tenemos hambre, el mercado ya sabe cómo solucionarlo. Nos presente miles y miles de opciones de comida, y nos lleva al límite de decidir por nosotros cual es la mejor opción. Solo tenemos que hacer el acto automatizado de extender nuestra mano con un billete, con una tarjeta de crédito o cualquier otro medio de pago. Entonces si ese monstruo de mil cabezas llamado mercado libre sabe qué es lo que queremos para saciar nuestra hambre, es también muy sencillo presuponer que sabe qué es lo que necesitamos en materia política. No necesitamos más que extender nuestro voto que el mercado (término tan vago y general como “pueblo”) ya soluciona nuestros problemas automáticamente.
Sin embargo si observamos nuestro alrededor podemos ver el grave error. Para saber esto no debemos ser ni politólogos, ni mercadólogos, sino ser simples humanos, inmersos en esta sociedad en la que vivimos. Mirar a nuestro alrededor. La obesidad es ya un problema de salud mundial. No es tan sencillo como culpar a las compañías que simplemente están haciendo su trabajo al vender sus productos altos en grasa y en colesterol como nuestra mejor opción para saciar nuestra hambre. No son los culpables pues no son ellos los que nos sientan frente al televisor todas las horas que lo hacemos para que finalmente caigamos en cuenta que tenemos hambre y que necesitamos determinada hamburguesa. Tampoco, entonces son los culpables de que nuestro sistema político esté tan podrido por dentro y por fuera. No son ellos los que nos obligan a votar, pues a final de cuentas siempre tenemos la opción de iniciar una Revolución armada y derrocar al sistema político-electoral que tenemos.
Cuando la política se convierte en un producto más: Conclusiones.
La política es el diario convivir. Es la toma de decisiones por un grupo en beneficio de todos o del grupo mismo. En el mejor de los casos, es la toma de decisiones de todos para todos. Decía Abraham Lincoln que la democracia es el poder del pueblo por el pueblo y para el pueblo mismo.
La política siempre ha estado en manos de un grupo que detenta el poder económico o social. Llámense reyes, papas, presidentes, primeros ministros o empresarios. Cuando la política está en manos de un grupo que considera que nuestro bienestar es un producto que se puede comprar y vender, entonces caemos en cuenta que algo está mal. Y cuando aún peor, nosotros como sociedad pensamos que esa es la mejor opción, la situación se vuelve todavía más alarmante.
Pero no caigamos en alarmismos, que de esos ya estamos saturados. Mirando las cosas objetivamente, tenemos que entender que la política es de nosotros y que en nosotros está cambiarla, hacerla más ética, hacerla más de nosotros y no de las compañías publicitarias que arman esas burbujas magníficas que más tarda en acabar la elección que revientan con toda la decepción que implica.
Las consecuencias se pueden leer fácilmente en el grado de abstencionismo de la población. Ya no creen, y por lo tanto mejor se abstienen de participar en el gran teatro que nos arman cada seis años. Sin embargo esta abstención no es la solución pues de ella solo nos queda que unos cuantos (crédulos o con la abierta intención de quedarse con el pastel) voten y decidan por nosotros.
2 comentarios:
La vision Orwelliana del Homo-Homogeneus que describes es realmente Lugubre, sin embargo creo que es uno de los errores mas grandes en los que ha caido el mercado. La sociedad humana tiende por naturaleza al principio IDIC (Infinita Diversidad en Infinitas
Combinaciones) y eventualmente, al alcanzar cierto umbral de educacion, la curiosidad individual se despierta y busca la diversidad en gusto y cultura. Esto es evidente en
los movimientos neo-nacionalistas europeos, que buscan recrear la identidad nacional en multiples ocasiones, primero con la conquista Romana, Luego con el dominio Sovietico y ahora con el de la cultura globalizada. Esto se manifiesta en la defensa a pico y palo de lenguas, y la busqueda y apreciacion de las diferencias culturales en un mbiente cosmopolita, que es mas evidente en ciudades con esta caracteristica que en regiones aisladas y suburbanas.
La tecnologia ahora juega un papel para surcar esta brecha y eventualmente veremos IDIC donde la homogeneidad es la diversidad, como el antiguo adagio de "Lo unico constante es el cambio".
Aplicando esto a nuestro pais, veo con alarma la falta de una verdadera identidad nacional que deriva en una preocupante busqueda de valores polarizantes, que en el momento generan una homogeneizacion social, pero que al alcanzar el umbral educativo caera en su cauce
natural y descubrira los valores tradicionales nacionales con los que el individuo se pueda identificar e iniciara el proceso de busqueda de la Diversidad.
Hay un factor que no has mencionado, y es el factor de la cultura del cacicazgo que esta tan enraizada en nuestro pueblo. De nuevo, y de cuerdo con Eco, midcult y lowcult tienen mas evidente este rasgo, siendo casi ausente en el highcult. Los mexicanos necesitamos un cacique. Un quetzalcoatl que venga a solucionarnos nuestros problemas y lo buscamos en lo que nos ofrecen los medios, encontrandolo en la mentira publicada y difundida.
Es la historia de nuestro pueblo, la sucesion presidencial, quien es el nuevo mesias? quien nos salvara del desmadre que dejo el ultimo satan?
Todo se reduce al cacique en turno
y los partidos y politicos han sabido aprovechar este rasgo tacito de nuestra cultura.
Idea nueva, idea vieja. Ambas concepciones pueden aplicar. La mercadotecnica politica es nueva o es tan vieja como la politica misma. Que podemos hacer. En primera instancia, la clave, como dije ahi, es que existe una formula basica. A mayor educacion, mayor dificultad para convencer a los electores de las tonterias que dicen los candidatos.
Siempre, como formula magica, se habla de la ciudadanizacion como respuesta a todos los problemas del pais. Ciudadanizar el IFE nos trajo la democracia, pero ahora nos damos cuenta con gran tristeza que los ciudadanos tambien somos corruptos, que no es una enfermedad unica y exclusiva del que porte una insignia de determinado partido. Asi que mas nos queda por hacer. Educar o ciudadanizar. Es un proceso largo que estoy seguro hemos iniciado y que eventualmente mejoraremos, en eso estamos. Lo bueno que se ha hecho hasta la fecha es que se ha separado el culto a la personalidad del presidente, con una orientacion nueva hacia un culto a la institucion como fuente que emana justicia. Con sus claras excepciones que nos quieren obligar a regresar a aquellos tiempos, pero por ahi va. Si continuamos combatiendo a traves de las Camaras las reformas necesarias en radio y television para moderar los gastos de campaña, para un dia de estos podremos tener algunos resultados. El problema... gravisimos problema, es que los foros que pueden hacer viable este cambio, son los mismos canales que se hacen millonarios cada vez que hay campañas... entonces? para donde... Medios alternativos financiados por el gobierno? foros internacionales, imparciales? Concientizacion a traves de internet? yo creo que esta ultima es la via mas efectiva y que actualmente ya se esta usando (espero ser un granito en esta arena que muchos estamos intentando hacer)...
El Presidente, Tlatoani o Emperador que venga tendra ante si toda la fuerza que las instituciones y la sociedad le podamos poner como tope, o como trampolin si es qeu esta haciendo el trabajo. Tengo la firme esperanza de que la idea del presidente todopoderoso y salvador va a morir despues de que Lopez Obrador gane y deje la Presidencia. Entonces nos daremos cuenta que esa no es la via.. pero en el inter, creceran de manera exponencial los grupos de presion. Es una premonicion que espero se cumpla. El triunfo del siguiente mesias AMLO es inevitable, pero espero tambien que AMLO sea la vacuna (agente patogeno atenuado insertado en el cuerpo del individuo con la intencion de provocar los anticuerpos, es la definicion de vacuna) para que nos demos cuenta qeu esta en nosotros esa diferencia, no en los partidos, no en quien este en el poder, sino en nosotros que decidimos quien debe estar en el poder.
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