Me lo topé en una librería vieja de Washington, en el centro de Monterrey. Andaban en mis prácticas profesionales, cuando todavía trabajaba para el gobierno del Estado haciendo resúmenes de leyes.
Uno de esos últimos días cuando me dí cuenta que mi trabajo ahí se limitaba a cosas que no tenían absolutamente nada que ver con mi carrera, me escapé. Quise engañar al Estado y lo logré. Me salí a las once de la mañana de la oficina del director jurídico y no marqué tarjeta. El centro era todo para mí y tenía que regresar a las dos de la tarde para marcar la tarjeta de salida. Así que empecé a caminar. Por ese entonces ya hacía un poquito de calor pues ya nos empezábamos a acercar a junio y sus calores. Camino mirando para todos lados. Hay muchos taxis y luego también tengo la desfortuna de que por ahí cerca hay una universidad que la separa la avenida cinco de mayo. si, hay locales comerciales funcionando de salones en cada lado de la calle, así que los recesos en realidad se hacen en plena avenida del centro. Pasar por ahí es difícil, pues tienes que sortear los grupos de estudiantes noviando, o los amigos empujándose y diciéndose malas palabras, los chismes, y lo peor de todo, los carros que siguen pensando que esa esplanada es una calle. Y pasan como si así fuera, no respetando el esparcimiento de los estudiantes. Ahí andaba cuando me topo la librería. Libros usados, me topo uno de Erich Fromm, entre otros de Sartre y de, dejen me acuerdo de quién más. Ah, sí, de Vargas Llosa, la ciudad y los perros que ya lo leí y que ahora lo está leyendo mi novia. Dice que le está gustando mucho.
Su ensayo habla sobre la historia del ser humano. La evolución de la sociedad ha sido, según este autor, producto de la individualización del individuo. Cada vez es más importante el individuo y sus derechos. Sin embargo, esta tendencia ha dejado como secuela el insoportable sentimiento de soledad que caracteriza al ser humano que, des-socializado, se siente ajeno a todas las expresiones de esta nueva sociedad. Así, con esta soledad, nos sentimos aferrados a identificarnos con esos monstruos gigantescos que son la patria, determinado producto, determinado partido político. En realidad no son nuestros porque cada vez somos más pequeños en este mundo en donde importan las cosas grandes, pero así nos sentimos, nos queremos sentir parte de este mundo ajeno a nosotros.
Nilesh Sharterjee, un psiquiatra hindú, en una visita que hizo a la universidad de Monterrey, comentaba algo que ahora encaja perfectamente con este escrito que leo, tanto lucha el ser humano en contra de la clonación cuando en realidad ya somos todos clones. Todos somos copias repetidas de cada uno de nosotros, sin capacidad por tomar decisiones propias, sin capacidad por tomar posiciones nuestras. Todo es produto de una imitación, de esa angustia que tenemos por ser alguien más. También dijo este pensador, repudiamos tanto la idea de los robots tomando nuestro lugar cuando en realidad ya somos robots. Nuestras acciones son automatizadas y predeterminadas. Casi siempre terminamos haciendo lo que los demás esperan que hagamos, esto con la finalidad de ser aceptados dentro del grupo.
A medida que logramos mayor libertad, en esa medida nos vamos encerrando en nuestra propia jaula. La soledad de nuestra vida nos arrastra a buscar identificaciones falsas, vacías, inocuas y carentes de sentido. Entonces, qué tan libres somos.
Voy a la mitad del libro, así que no puedo sacar muchas otras conclusiones, pero me ha parecido un muy buen escrito sobre la idea psicoanalista de nuestra existencia. Una muestra de esta realidad ajena a nosotros mismos creo que la representa un libro de Milán Kundera llamado "el libro de los amores ridículos" en donde este personaje termina siendo odiado por todo su grupo cercano, todo por ignorar a un viejo que lo molesta en su trabajo. Un viejo que lo admira y necesita su ayuda. Las mentiras que va diciendo para escaparse de tener que hablar con él, lo van encerrando más hasta que todos en el libro se dan cuenta de lo monstruoso de la situación. Nunca quiso hablar con él, ese fue el problema.
Y qué hablar de la escena, maldita memoria (no se si es La broma o la Insoportable levedad del ser), en donde este personaje busca congraciarse con una mujer en pleno sistema comunista en Praga. Esta mujer, religiosa, lo obliga de cierta manera a reconocerse religioso él mismo, por lo que es expulsado por el partido comunista y desterrado al trabajo forzado. Ahí recibe visitas de la mujer de manera cada vez más esporádica. Un día planea escaparse durante la noche, ir a un hotel barato a verse con su mujer, con la cual nunca ha podido tener relaciones sexuales, pero esa noche finalmente lo logrará. Se escapa, llega el momento, llega su mujer, la recibe con besos, con abrazos, le intenta quitar la ropa, ella se resiste, él intenta de nuevo, ella se resiste, él se desespera, le grita, la insulta, la golpea, ella llora y se va. El personaje se queda solo en esta lucha contra la sociedad. Los ritos morales le impiden ser feliz, en este enfrentamiento entre el partido comunista y la iglesia ortodoxa. Los dos grupos, en su afan por ser parte de alguno de ellos, se convierten en las cárceles más odiosas. Lo obligan a insultar a su mujer por no querer copular.
La libertad es algo tan subjetivo, a final de cuentas es algo mental, dicen. pero qué dificil es sentirse libre cuando las cadenas pesan en los tobillos y muñecas. Más, cuando las cadenas pesan en las propias ideas y prejuicios.
1 comentario:
"cuando las cadenas pesan en las propias ideas y prejuicios"
Esto me gusto =D
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