marzo 06, 2012

Un Nuevo Contrato

Publicado el sábado 3 de marzo en El Norte

La vida es un conjunto de rutinas. Salir de casa es una de ellas, al igual que asumir que pase lo que pase al final del día podremos volver a ella.

Partimos de que todo estará exactamente igual a como lo dejamos y que habrá un Gobierno suficiente para garantizarlo. Por más ridícula que suene hoy esta frase hace algunos años cualquiera la hubiera firmado.

Apodaca se ha vuelto un sustantivo conocido a nivel mundial por las peores razones. Los bloqueos que habíamos olvidado regresaron la semana pasada para recordarnos lo frágiles que son los fundamentos que nos hacen despertar cada mañana.

Quizás el único hilo de cordura que nos queda es mantener la idea de que todo esto es responsabilidad de un Gobernador y su equipo de incompetentes.

Así lo han dicho los organismos intermedios durante semanas, y así los hechos nos lo han evidenciado con toda su fuerza en estos días. Las masacres se vuelven cotidianas y la ausencia del Gobernador la única constante.

Éste debe ser un momento de reflexión para nuestra sociedad. Es crucial plantearnos la posibilidad de revisar el contrato que nos ata a un Gobierno que es incapaz de reaccionar al torrente de provocaciones cada vez con menos sorpresa y más cinismo.

Hoy cambiamos de Secretario de Seguridad y mañana de Gobernador, ¿qué diferencia? Los acontecimientos se abultan y nos hacen sentir que no hay forma de movernos en otra dirección.

El Gobierno como arreglo jurídico capaz de garantizar la seguridad ha perdido su poder.

Los recursos y los medios de violencia se han democratizado. Hoy la seguridad es para el mejor postor y el Gobierno es un competidor más.

Mantener la ilusión de que es distinto sólo sirve para preservar viva una obra de teatro que se ha quedado sin público. La razón de ser de este organismo, la seguridad, es retada a diario sin que se le vea posibilidad de éxito.

Aunque se ha hecho un esfuerzo importante en la estabilización de las fuerzas de seguridad y en la depuración de los elementos policiacos, al menos en el corto plazo no se ve manera de realmente controlar la situación. La solución del Gobierno es crear ruido para que así nos sintamos unidos.

El discurso gubernamental intenta por todos los medios vendernos una ilusión de estabilidad y certeza que cada vez sale más caro, literalmente.

Pero esto es así porque en parte lo hemos permitido y nos hemos sentado cómodos desde las butacas sin meternos a asumir nuestra responsabilidad.

Aquí no se trata de ajusticiamientos sociales, sino de algo más sutil, pero mucho más profundo. Lo que antes dimos como un cheque en blanco, ahora debemos cambiarlo por un nuevo contrato, y la solución debe ir desde las actividades públicas más elementales como salir de casa, hasta aquellas donde nuestro poder colectivo se puede manifestar con toda su fuerza.

Vayamos al punto de origen. El Gobierno existe por una delegación que hacemos como sociedad de nuestra soberanía hacia un ente que en teoría tiene más recursos que nosotros para protegernos de amenazas externas e internas.

La consecuencia de este argumento es que si el Leviatán ya no es capaz, deberíamos pensar no con qué lo reemplazaremos, sino cómo hacemos para usar sus partes en la construcción de una nueva máquina.

¿Qué nueva forma de convivencia podemos crear para resolver los retos que enfrentamos ante el debilitamiento del aparato gubernamental?

El argumento ha sido que el cambio del titular hará que las cosas mejoren. Dudo mucho que esto sea así mientras no asumamos que el contrato social se ha modificado sustancialmente.

Más que una delegación debemos pensar en un nuevo estado de coparticipación y corresponsabilidad donde los resultados y sus consecuencias sean de todos los involucrados.

La forma más directa y cercana de cambiar esto es a través de las elecciones. En julio estaremos eligiendo a nuestros próximos presidentes municipales y en 2015 a nuestro Gobernador. Es un buen momento para dejar de pensar en nombres y caras para comenzar a pensar en procesos. Donde la pregunta no sea quién nos gobernará sino cómo nos gobernaremos a nosotros mismos.

Que salir de casa se vuelva un asunto pleno en nuestra vida.

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