noviembre 09, 2005

los sueños y las manos



La humanidad siempre ha estado atrapada entre dos mundos: en el que vive y en el que quisiera vivir. Su percepción de la realidad se encuentra de alguna manera torcida por sus propios sueños que intenta plasmar en la realidad. El cielo es azul, pero podría ser azul añil, ó azul verdoso. Esas interpretaciones de la realidad, sumadas con las aspiraciones personales, son las utopías. Sueños de lo que podría ser nuestro mundo. Hemos visto a lo largo de este semestre cómo las utopías son un intento por regresar a la tranquilidad materna (Castoriadis, 1992), o son el reflejo perverso de un autoritarismo-totalitarismo disfrazado de buena voluntad. Algunas veces se ha considerado como el mejor pretexto para someter al ser humano y destruir lo único que nos define como tales: nuestra voluntad y libertad (Huxley, 1999 y Orwell, 1997).

Sin embargo no todo ha sido mal augurio, pues hubo en un inicio toda una oleada de promotores de la humanidad y su muy seguro tránsito hacia una mejor sociedad. Nuestra organización en comunidad, amenazada constantemente por fuerzas enormes como las monarquías, el mismo poder de Dios supuestamente representado por la Iglesia Católica, la fuerza de la desigualdad, pobreza y hambre, la expansión militar e imperialista, las guerras, todo tuvo un medio de escape. El hecho que todo en la humanidad estuviera tan mal fue el mejor conducto para imaginar un mundo mejor.

Así, tuvimos desde el siglo IV (Platón, 1963) la primera ensoñación de un mundo perfecto en donde los filósofos serían gobernantes: La República. Después la filosofía cristiana se dejó entrever en la Ciudad de Dios (San Agustín, 1970) en el año 426 después de Cristo. Su visión es la representación del Paraíso en la Tierra: El mundo es una copia imperfecta del Cielo, y debemos parecernos lo más posible a ella. Sobre esta premisa es que se desarrolla la descripción de ese mundo en el que podremos vivir algún día, la Ciudad en donde conviviremos con Dios.

Tomás Moro (2001), quizá el utopista más reconocido, fue la visión del Renacimiento sobre un mundo perfecto. En 1516 sale a la luz la historia de un navegante que, perdido, se encuentra con una isla en donde la organización social es completamente común. Cada quien trabaja para todos, existen momentos de ocio y esparcimiento para todos. Las comidas se llevan a cabo en largas mesas en donde nadie quiere comer más de lo que necesita. Posteriormente viene Campanella con su Cuidad del Sol, Bacon y su Nueva Atlántida, Henri de Saint-Simon, así como Robert Owen con sus propias versiones del mundo incorregible. Todas estas utopías pre-marxistas conllevan algo de la ideología que posteriormente Marx popularizaría en sus célebres escritos reunidos en El Capital (1973) y el Manifiesto Comunista (1972).

Finalmente nos queda el presente de frente. Lo que hagamos o no hagamos será parte de nosotros. Los sueños para poderse llevar a cabo necesitan manos. Las manos están conectadas de alguna manera u otra con nuestro cerebro, esa parte de nuestro cuerpo que acostumbra soñar. El único problema es que los cerebros no están conectados, ni piensan igual uno del otro. Estamos atrapados en el sueño individual de cada uno de nosotros. Esto nos da 4,600 millones de diferentes sueños sobre lo que debería ser nuestro mundo. Lo que hemos visto es que cuando se intenta imponer un sueño al resto, termina siendo una pesadilla. ¿Cómo lograr entonces que los sueños por un mundo mejor no terminen siendo el problema? ¿Se trata de dejar de soñar? ¿Se trata de soñar y quedarse en ese intento? Dice Mario Benedetti que aunque de cada utopía se realice un diez por ciento, gracias a ese diez por ciento la humanidad ha mejorado un poco. Y también dice:

“Cómo voy a creer (…) que el mundo se quedó sin utopías / (…) que la esperanza es un olvido o que el placer una tristeza / (…) cómo voy a creer que el horizonte es la frontera / que el mar es nadie / que la noche es nada / (…) cómo voy a creer que la utopía ya no existe si vos / mengana dulce osada eterna / si vos / sos mi utopía”

Benedetti, Mario “Utopías”

Fuentes:
Castioradis, Cornelius (1992) El psicoanálisis, proyecto y elucidación. Editorial Nueva Visión, Buenos Aires.
Huxley, Aldous (1999) Un mundo feliz. Editorial Fondo de Cultura Económica. México DF. Publicado por primera vez en 1932
Orwell, George (1997) 1984. Editorial Nueva Imagen. México DF.
Platón (1963) La República. Editorial Aguilar. Madrid.
San Agustín (1970) La Ciudad de Dios. Editorial Porrúa. México DF
Moro, Tomás (2001) Utopía. Editorial Panamericana. Colombia.
Servier, Jean (1982) La utopía. Editorial FCE. México DF
Saint-Simon, Henri (1998) Socialismo pre-marxista. Editorial Tecnos. Madrid.
Marx, Karl (1973) El Capital. Editorial FCE. México DF.
_________ (1972) Manifiesto comunista. Editorial FCE. México, DF.

1 comentario:

Batz dijo...

Me gusto este =) ..
Estoy de acuerdo que de los sueños realizados de cada uno, el mundo es un poco mejor...
Hace falta que las personas crean en el poder que tiene su mente, y que sus manos son capaces de crear y mejorar el mundo en el que viven..