noviembre 27, 2005

nacionalismo

Ese sentimiento que nos evoca un orgullo por nuestra tierra, un lugar común desde el cual hablar mal o bien del resto del mundo. Estábamos supuestamente destinados a perder ese sentimiento más pronto que tarde pero luego vienen oleadas de resurgimiento, de reconciliación con el país. Luego nos llega hasta la cabeza hasta dejarnos ciegos de ira por el insulto al país, al presidente, a la tierra, a nuestros comerciantes que no dejan pasar en otros países porque no cumplen con las reglas, "pero es que son mexicanos, deben de dejarlos entrar" aunque traigan camiones de 1980 sin escape y sin haberlos afinado desde el día en que los compraron.

Supongo que de algo sirve amar a la patria. Estamos desde chicos envueltos en ese misticismo de ser el resultado de un encuentro entre dos razas. La grandiosa raza azteca y la grandiosa raza española que vino a salvarnos del salvajismo. El encuentro violento entre dos mundos que dio vida a la raza cósmica que hablara Vasconcelos. Somos hombres de maíz, el intento más perfecto pues combina el blanco y el negro para dar el color que ahora tenemos. Eso nos lo dice el autor anónimo del Popol Vuh.

También existen las tradiciones, la cultura, la vestimenta, la concepción del mundo. Todo esto que nos hace vernos diferentes al resto. Diferenciarnos es la gran necesidad del hombre. Sabernos únicos. Sabernos que a donde vayamos seremos reconocidos, bien amados, recibidos como reyes con un mariachi de fondo, respetando nuestro gloriosa historia.

Desgraciadamente este sentimiento es producto muchas veces de mentiras. No digo nada nuevo, lo sé, pero es que a veces lo olvidamos. Olvidamos que nuestro país no es resultado de un encuentro entre dos razas, sino de una brutal invasión. Y también olvidamos, desgraciadamente una vez más, que ésta fue hace más de 500 años, tiempo más que suficiente para recuperarnos de ella. Estas dos acciones, según la perspectiva que se le quiera dar, son supuestamente la identidad de nuestro país.

Lo único que logramos al identificarnos con una historia y con un lugar es negarnos la posibilidad de considerarnos habitantes del mundo en el que después de todo vivimos. El nacionalismo es la semilla de los mejores y los peores sentimientos, muchas veces más la segunda opción que la primera. El amor propio conlleva el odio a lo ajeno, a lo diferente.

Actualmente no estamos en un país receptor de inmigrantes más que de paso, pero eventualmente si las condiciones económicas siguen mejorando, nos sucederá lo que a España que de ser malvenidos en todo el mundo, especialmente Francia, ahora son ellos lo que malvienen al norte de Africa y al Sur de América.

México, tan lleno de espacios y momentos especiales, tiene un peso específico que no debe de ser rellenado ni vaciado. Cómo lograr eso? Supongo que estamos en el problema de ser el problema y la solución. Sólo conteniendo nuestra emoción es que podremos cuidar esto. Qué consejo tan fácil doy, lo sé.

Actualmente, afortunadamente, nuestro nacionalismo se limita a Ana Gabriela Guevara y a la selección mexicana. Afortunadamente digo porque viendo el grado de fanatismo al que como nación somos propensos, me da realmente miedo pensar en más motivos para ser nacionalistas.

¡Quitémosnos esa enfermedad por favor!

3 comentarios:

Batz dijo...

Lo importante es apreciar a tu pais y tus raices [familia, amigos, costumbres, comida, etc]. El fanatismo es lo peligroso, no? [e idiota]

vero.mil dijo...

"Hay una plaga de africanos feos negros que nos invaden" La Ma


hahahah, no te enojes Ricky !!!


¡¡ VIVA MEXICO !!

Anónimo dijo...

El nacionalismo no es malo, siempre y cuando lo sepamos encaminar, utilizemoslo para borrar las heridas de 500 años y para encaminarnos a un México mejor, a retomar nuevamente las riendas de nuestra Nación.