"Y es que el gran secreto de la vida no le era desconocido: Las mujeres no buscan hombres hermosos. Las mujeres buscan hombres que han tenido mujeres hermosas. por eso tener una amante fea es un error fatal"
"¿Reír? ¿Acaso nos preocupamos alguna vez por reír? Quiero decir reír de veras, más allá de la broma, de la burla, del ridículo. Reír, goce inmenso y deliciososo, todo goce... Yo le decía a mi hermana, o ella me decía, ven ¿jugamos a reír? Nos acostábamos una junta a la otra en la cama y empezábamos. Para hacer como que hacíamos, por supuesto. Risas forzadas. Risas ridículas. Risas tan ridículas que nos hacían reír. Entonces venía, sí, la verdadera risa, la risa entera a arrastrarnos en su rompiente inmensa. Risas estalladas, proseguidas, atropelladas, desencadenadas, risas magníficas, suntuosas y locas... y reíamos al infinito de la risa de nuestras risas. Oh, risa, risa del goce, goce de la risa; reír es vivir tan profundamente"
(Sobre las dos risas) "Los que conciben al diablo como partidario del mal y al ángel como combatiente del bien, aceptan la demagogia de los ángeles. La cuestión es evidentemente másc ompleja. Los ángeles no son partidarios del bien, sino de la creación divina. El diablo es, por el contrario, aquel que le niega al mundo toda significación racional.
La dominación del mundo, como se sabe, es compartida por ángeles y diablos. Sin embargo, el bien del mundo no requiere que los ángeles lleven ventaja sobre los diablos (como creía yo de niño), sino que los poderes de ambos estén más o menos equilibrados. Si hay en el mundo demasiado sentido indiscutible ( el gobierno de los ángeles), el hombre sucumbe bajo su peso. Si el mundo pierde completamente su sentido (el gobierno de los diablos), tampoco se puede vivir en él.
Las cosas, repentinamente privadas del sentido qeu se les supone, del lugar que tienen asignado en el pretendido orden del mundo, provocan nuestra risa. La risa pertenece pues, originalmente al diablo. Hay en ella algo de malicia (las cosas resultan diferentes de lo que pretendían ser), pero también algo de alivio bienhechor (las cosas son más ligeras de lo que parecen, nos permiten vivir más libremente, dejan de oprimirnos con su austera severidad).
Cuando el ángel oyó por primera vez la risa del diablo, quedó estupefacto. Aquello ocurrió durante algún festín, estaba lleno de gente y todos se fueron sumando, uno tras otro, a la risa del diablo que era fantásticamente contagiosa. El ángel comprendía con claridad que esa risa iba dirigida contra Dios y contra la dignidad de su obra. Sabía que debía reaccionar pronto, de una manera o de otra, pero se sentía débil e indefenso. Como no era capaz de inventar nada por sí mismo, imitó a su adversario. Abriendo la boca emitió un sonido entrecortado, brusco, en un tono de voz muy alto, pero dándole un sentido contrario. Mientras que la risa del diablo indicaba lo absurdo de las cosas, el grito del ángel, al revés, aspiraba a regocijarse de que en el mundo todo estuviese tan sabiamente ordenado, tan bien pensado y fuese bello, bueno y pleno de sentido.
Así, el ángel y el diablo, frente a frente, con la boca abierta, producían más o menos los mismos sonidos, expresando cada uno, en su clamor, cosas absolutamente opuestas. Y el diablo, mirando reír al ángel, reía más aún, mejor y más francamente, porque el ángel que reía resultaba infinitamente ridículo.
Una risa que hace reír es el desastre. Sin embargo, los ángeles lograron alcanzar algunos resultados. Nos engañaron a todos con su impostura semántica. Sólo hay una palabra para designar su imitación de la risa y la risa original (la del diablo). Hoy la gente ya no se da cuenta de que la misma manifestación exterior esconde dentro de sí dos actitudes internas absolutamente contradictorias. Existen dos risas y no tenemos palabras para distinguir la una de la otra"
Milan Kundera (el libro de la risa y el olvido), 1978
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