Comenzando la crisis económica que hoy nos embarga le preguntaba a un profesor, economista y férreo defensor del libre mercado hasta sus extremos que si ahora sí entendía los defectos de pensar que el equilibrio llegaría como por arte de magia siempre y cuando el Estado no interviniera. Su respuesta me dejó reflexionando un poco. Dijo que lo que le hacía falta al mundo no era eliminar el libre mercado ni regresar a una situación neokeynesiana. La solución, me respondió, es todavía más mercado. Si logramos sobreponernos a los monopolios y los defectos del estado capitalista corporativista, entonces podremos verdaderamente disfrutar de un mercado real, y esta crisis nunca hubiera existido.
No es intención de quien escribe debatir sobre este tema, sin duda interesante. Más bien quiero tomar esta reflexión para recomponer un pensamiento que ha viajado en mi cabeza ya algún tiempo ¿Cómo es posible que sigamos pensando que la democracia fue y seguirá siendo la solución de nuestros problemas políticos? Para donde volteemos encontraremos sus defectos. La liberalización de la estructura política y su distribución entre diferentes ideologías y corporaciones políticas para que compitan por el poder nos ha traído además de un terrible acercamiento a la anarquía política, la sensación de que ahora las instituciones no funcionan. Miremos por la ventana y encontraremos desobediencia por doquier, automóviles que no han pagado sus placas y policías que no se dan abasto para detenerlos y hacerlos cumplir. Bandas del crimen organizado que revuelven las leyes para salir exonerados por jueces de dudosa reputación. Esquemas de propaganda política cada vez más artificiales y más frágiles sucumbidos ante el poder del dinero. Una situación internacional que agudiza los problemas internos y una secretaría de relaciones exteriores que se ha convertido en la secretaría de los paseos pagados por los impuestos sin objetivo alguno.
¿No sería mejor pensar que deberíamos regresar a una situación donde teníamos algo más de control? Latinobarómetro en más de una ocasión nos ha advertido de esta sensación en las encuestas de opinión que lanza cada año. Los latinoamericanos nos vamos decepcionando de la democracia y coincidimos que las cosas antes eran mejor; que estaríamos dispuestos a sacrificar un poco de libertad política si esto nos significara una mejor situación económica y política. A medida que vamos avanzando por esta estructura artificial de la democracia nos encontramos con más obstáculos que hacen complicado seguir siendo positivos al respecto ¿Es la competencia política un verdadero ideal o sólo un buen pretexto para que algunos se aprovechen de esta investidura para hacerse millonarios al tiempo que compran la justicia con nuestro propio dinero? La evidencia muestra que efectivamente esta experiencia ha sido una batalla que no vamos ganando. Los grupos de interés se siguen reforzando al tiempo que quiebran todo el sentido de nuestras leyes. Peor aún, las usan contra nosotros con completa impunidad y cinismo. Entonces ¿Mejor nos regresamos?
Me encantaría tener a ese profesor ahora frente y escucharlo recitar "no, el problema es que no hemos tenido suficiente democracia. Hace falta más democracia para que podamos realmente disfrutarla". Sobre los grupos de interés, tal vez respondería que no deberíamos de eliminar su posibilidad de acceder a los políticos para pedirles favores y exigir resultados. No, lo que tenemos que hacer es facilitar la creación de más grupos de interés para que la competencia de intereses genere algo más cercano a la democracia. Esto no es novedad, Robert Dahl lo mencionó hace ya varias décadas en uno de los libros más populares de la ciencia política contemporánea, La Poliarquía. Pero, ¿cómo le hacemos en México donde parece que la chequera de Slim es capaz de comprar todo, desde un legislador hasta la misma Plataforma México que tendrá la información de inteligencia más completa del país? ¿Tenemos que facilitar que otros quince Slim lleguen a nuestro mercado para neutralizar a este hombre voraz? Regresando a la situación política ¿Tendremos que permitir la entrada de otros cientos de miles de cabilderos en los pasillos de San Lázaro para que los hombres de las tabacaleras no sigan lucrando a costa de la salud de millones de mexicanos?
Hay varias respuestas. Sin duda una de las más importantes es lograr la reelección legislativa de manera indefinida. Nada nuevo. Otra, crear un padrón de cabilderos que nos permita conocer su identidad y sus intenciones, así como sus actividades diarias; esto en Washington ha permitido el descubrimiento de más de una red de corrupción y de tráfico de influencias, así como la generación de mayor rendición de cuentas entre representante y representado. Tercera, tendremos que provocar el desmantelamiento de la lamentable codependencia entre organizaciones supuestamente civiles y el gobierno. La capacidad de cooptación de grupos de presión por parte del gobierno sigue siendo inmensa. El financiamiento público sigue siendo la principal razón de que existan organizaciones ciudadanas y partidos políticos en México, generando la situación perversa de que el golpeador resulta financiado por el golpeado (y eventualmente puede dejar de golpear para seguir recibiendo dinero).
La respuesta para nuestra frágil democracia no es bajar los niveles de participación política por temor a lo que los grupos de interés pueden hacernos. Hay que salir y dar la batalla. El gobierno tendrá que abrir los espacios de deliberación o será muy complicado competir contra la chequera de Slim y el atarantamiento omnipresente de Televisa. Medios de comunicación públicos puede ser un buen inicio.
5 comentarios:
Miremos por la ventana y encontraremos desobediencia por doquier, automóviles que no han pagado sus placas y policías que no se dan abasto para detenerlos y hacerlos cumplir.
Curioso pensamiento, venido de quien festeja la desobediencia cuando viene de sus "camaradas" y que se ha jactado de pagar a policías para evitar multas...
Hay muchas formas de hacer las cosas, pero solo una forma de alcanzar un objetivo específico. Creo que todo se reduce al tipo de objetivo que quieres alcanzar.
Si lo que quieres es un sistema altamente móvil, que castigue a los que invierten mal y premie a los que invierten bien, que estiumle la innovación y que premie el mérito y el trabajo duro, lo que necesitas es un sistema de libre mercado.
Pero el sistema no es perfecto. Hay varios problemas:
Como es un sistema altamente móvil, castiga a la aristocracia. Es por eso que los políticos, acostumbrados a tener más poder que el resto de los ciudadanos, generalmente están en contra de este sistema.
Como es un sistema que premia las buenas inversiones y castiga las malas inversiones, se necesita saber cómo invertir y tomar riesgos. Como en nuestro país los dueños del dinero creen que eso es suficiente para merecerlo, y además le temen al riesgo, prefieren el sistema corporatista de siempre en vez de uno de verdadero libre mercado.
Como es un sistema que estimula la innovación, todos los izquierdistas que defienden las "tradiciones" del "México profundo" están en contra de un sistema de libre mercado.
Como es un sistema que premia el mérito y el trabajo duro, los que no quieren trabajar duro y aun así quieren tener los mismos beneficios que aquellos que sí son útiles a la sociedad critican el sistema.
Verás, para un comunista, el objetivo es la "justicia social". El capitalista reconoce que tal cosa es una fantasía; la "moral marxista" es un constructo similar a la moral religiosa: completamente artificial y, por tanto, sin validez. Es deseable solo por que unos cuantos han decidido que eso es lo que desean, no por que se ha demostrado que es lo mejor que le puede pasar a la sociedad. Por el contrario, el capitalista reconoce que el que produce, puede consumir y por tanto sobrevivir (comer, vestir, habitar, respirar, etc..), y por eso aboga por un sistema que premie los incrementos en la producción. Ese es el sistema de libre mercado.
Lo mismo ocurre con la democracia. La democracia es un sistema político que le da el poder a la ciudadanía, que fuerza a la gente a aprender de sus errores (y por tanto, a tomar riesgos), que es altamente móvil y flexible, pero sobre todo, que privilegia la voluntad de las mayorías, y por tanto, reduce todos los temas a emociones que puedan ser entendidas facilmente por las mayorías, castigando la reflexión. De igual forma, los políticos que no quieren perder poder, los intelectuales que se creen superiores por ser reflexivos (aunque no haya sustento detrás de lo que dicen), los que tienen miedo a cometer errores, los que están en la minoría, y los que se disgustan por la flexibilidad y el cambio, todos ellos, están en contra de la democracia.
La ciencia demuestra que, en cuestiones sociales, el caos tiende al órden. Si el comportamiento tiene un sustento científico en su intención, el mundo real se encargará de premiar ese comportamiento. Si no lo tiene, el mundo real lo castigará. Creer que es necesario premiar o castigar artificialmente es un síntoma de soberbia humana, y, además, como no se le puede ganar a la naturaleza, es solo una forma de post-poner y acumular los castigos inevitables. Esto es lo que le ha pasado a Estados Unidos. Después de 40 años de abandonar un sistema de libre mercado funcional, y entrar a un sistema basado en constructos artificiales, hoy paga las consecuencias de décadas de errores. Es por eso que la crisis es tan devastadora.
Así que, de nuevo, ¿cuales son los objetivos? Si los objetivos son sustentar nuestras pre-concepciones moralistas en el corto plazo, entonces sí es prudente experimentar con teorías anti-liberales. Pero si el objetivo es formar una sociedad auto-sustentable económica y políticamente, la libertad es el único camino.
La única diferencia entre mi pensamiento y el del liberal clásico, es que yo no pienso que el ser humano sea capaz de actuar racionalmente (libremente) desde el nacimiento. La libertad es algo que se inculca y que se aprende. Es por eso que es tan importante aprender a ser libres desde chiquitos. Si no, corremos el riesgo de cometer errores y ser castigados por ellos, y aprender de la forma dificil, en la adultez (y probablemente, provocando que nuestros hijos paguen las consecuencias), a actuar racionalmente.
El liberalismo político libera lo mejor y lo peor de cada actor político. Por eso es necesario que la democracia no signifique completa libertad-impunidad. El Estado cumple esa función reguladora. Por más liberal que seas no puedes negar esta necesidad. El Estado corporativista que mencionas es en cierta forma producto de esta "liberación" del sistema político y económico sin haberse asegurado previamente de tener un marco normativo suficientemente robusto para garantizar las mismas oportunidades para todos (políticas y económicas). Esto ha creado cárteles que se aprovechan de la situación para aventajar al resto de los actores. Eso no es liberalismo, es abuso.
Saludos
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