(Este es un artículo que escribí para la revista Amalgama en Enero y que también me hicieron favor de publicar en Trespuntocero.net por esas fechas. Aquí la publico para razones de archivo)
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El debate se arrincona en una sola elección y en sólo tres personas como si el resto del proceso no existiera. Sabemos de primera mano dónde está Felipe Calderón hablando mal del populismo y sus defensores, qué dijo López Obrador en el municipio más pobre del país sobre la globalización, qué opina la gente de la mala imagen de Roberto Madrazo y cómo se topó con el subcomandante Marcos en su Estado natal. Sabemos tal vez también un poco del escándalo del doctor Simi y su guerra por ser tomado en serio. En muy contadas ocasiones llegamos a escuchar de las propuestas pero casi siempre vienen aderezadas por cómo las dijeron, frente a quién las dijeron, que bulla les corearon mientras intentaban hacerse pasar por candidatos serios para salvar a México de “los otros dos”.
Pero, ¿qué pasa con el resto de la elección? Este 2 de julio, sin contar las elecciones locales que en Nuevo León serán por alcaldes y por diputados locales además de los puestos federales que se eligen, se renovará completamente tanto la Cámara de Diputados y el Senado. Estamos hablando de un total de 628 nuevos elementos, sin contar aquellos que saltan de una Cámara a otra que se puede dar el caso.
Estamos hablando de la renovación del Poder Legislativo que es donde a final de cuentas se van a tomar todas las decisiones que podrían cambiar este país. Les pongo un ejemplo: Digamos que gana uno de los candidatos, el que ustedes quieran. Supongamos que decide un cambio en la estructura energética para que se pueda aceptar iniciativa privada como financiamiento. Tendremos un Congreso que, a juzgar por la situación de tres partidos que tenemos actualmente, ninguno ni siquiera el presidente, tendrá mayoría suficiente para llevar a cabo cambio alguno y esto tenderá a mantenerse así hasta que se decida algún cambio en nuestro sistema electoral que sería un tema aparte de esta reflexión ¿Qué va a pasar cuando intente pasar esta iniciativa? Bueno, la situación no será muy diferente a lo que le pasó a Ernesto Zedillo o a Vicente Fox. Encontrarán una férrea oposición que los mandará directamente a la lona con todo y sus propuestas.
Supongamos que de verdad el que gana tenga la mejor intención de cambiar a México, no tengo ninguna razón válida para pensar lo contrario de cualquiera de los candidatos ¿Qué podrá hacer si los diputados y los senadores no tienen ningún incentivo para trabajar con el presidente? Al contrario. Tal pareciera que sacan más puntos de hacer quedar al presidente en ridículo paralizando completamente al sistema.
El Poder Legislativo tiene la función de ser un control para el Poder Ejecutivo y parte de este control es filtrar las iniciativas del presidente para que sean revisadas por el Congreso. Así lo que sale como resultado tiene además el extra que tiene la aceptación de la mayoría de los representantes del pueblo mexicano. Hasta aquí todo bien.
El problema viene cuando ni siquiera nos importa quién llega a ser diputado o senador. Votamos casi por automático y no volvemos a saber de esa persona que nos representa. Un ejemplo de esto fue el muy elevado porcentaje de abstencionismo en 2003 para renovar a los diputados.
Para mejorar un poco esto es más que necesario intentar una reforma que permita que los legisladores puedan ser reelegidos para que de esta manera exista lo que muchos intelectuales han llamado el “premio-castigo” ¿Trabajaste bien? Te quedas otros tres o seis años ¿No lo hiciste? Te vas a tu casa de regreso y lo intentamos con alguien más ¿Qué pasa ahora? ¿Le importa al diputado o al senador hacer un buen trabajo? Yo pienso que no salvo muy contadas excepciones. No existen los incentivos para que hagan lo que parece más lógico para todos (menos para ellos por alguna extraña razón).
Existen tantas reformas que se pueden intentar para hacer al país más competitivo, más justo, más seguro pero quienes pueden hacer verdaderamente algo, y esto es legislar a favor de estos cambios por lo general son 628 desconocidos que nunca sabemos qué están haciendo.
Para poder hacer estas reformas primero tenemos que sentarnos a pensar a quién vamos a mandar a que haga estos cambios. El presidente puede intentarlo y puede ser un gran maestro de la negociación y lograrlo, pero no podemos darnos el lujo de jugar a los dados otros seis años “para ver si ahora sí se puede”. Los cambios van a ser hechos o no hechos por las personas que elijamos este 2 de julio, incluyendo al presidente. Pero no olvidemos a los otros que también van a trabajar por este país al que le urge seguir avanzando.
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