octubre 27, 2007

Los Ambulantes


Publicado en el SextoPiso


Al mismo tiempo que la valentía de Marcelo Ebrard para echar a la calle el único modo de subsistir de cientos de personas en la Ciudad de México se hacía tronar con toda su fuerza Jesús Marcos Giocoman, líder de la CANACO en Monterrey, reclamaba a Madero no tener los la talla de pantalones del alumno consentido de Manuel Camacho Solís. La comparación resulta interesante ante los varios escritos que le han dedicado al gobernador de la capital al tono de aquella nostalgia resucitada “Ahora sí podemos caminar tranquilamente por el Zócalo sin el pestilente aroma del chicharrón y la manteca. Ahora ya no me dará pena traer a mis amigos europeos a pasear al Zócalo en lugar de tener que llevarlos a algún Mall de Santa Fe” decía Guadalupe Loaeza en Reforma el pasado miércoles.

Aquí, como suele suceder, no todo lo que parece es ni todo lo que es parece (o aparece). Las relaciones entre trabajador y patrón se han tergiversado de tal modo que hoy es imposible hablar de derechos de los trabajadores sin que algún patrón carraspeé incómodamente al tocar el tema del peligro del sindicalismo, del comunismo trasnochado como le dicen, o cualquier otro término para evadir las responsabilidades que como dueños de una empresa tienen para con sus trabajadores. Los salarios risibles, las prestaciones que resultan en más dolores de cabeza y pretextos para reducir el salario que verdaderos apoyos, las condiciones laborales, la facilidad con la que hoy Conciliación y Arbitraje se ha vuelto una cuna de lobos donde los únicos ganadores son irremediable e inexorablemente los abogados que se ponen de acuerdo, todas estas circunstancias no hacen más que alejar más al mexicano promedio de los contratos laborales.

La posibilidad de trabajar se vuelve necesidad de sobrevivir en esta situación. Tengo que traer dinero para la leche de mi hijo, para las colegiaturas, para la gasolina que no para de subir. Tengo que salir a partírmela así sea en cualquier chamba. La organización es la cualidad del ser humano por excelencia por lo que no muy tarde iban a encontrar en el ambulantaje la posibilidad de intentarlo.

El derecho a vivir contra la obligación de cumplir la ley, difícil decisión.

El jefe de gobierno toma la decisión de hacer cumplir la ley mientras que cada día los mismos derechos de los trabajadores, supuestamente protegidos en la constitución emanada de la revolución, son pisoteados, orinados y escupidos por los empresarios. Las odas de respeto que han surgido por esta valiente decisión no dejan de provocar una ligera náusea al final de la oración. No dejan de tener un ligero tufo a ese concurso en el que se han plantado el jefe de gobierno y el presidente de la república por hacerse lucir como el más cumplidor de la ley, el más castigador contra el ilegal, el más superman de los superhéroes.

Todo se reduce a una encuesta de Consulta Mitofsky que en 2006 señaló que, a diferencia de los últimos cinco años, en 2006 los mexicanos estaban más preocupados por la seguridad que por la pobreza. Ahí se tiraron a la basura las agendas de campaña y se comenzó a trabajar sobre el nuevo capricho. Ahí también se le acabó la cuerda a López Obrador quien había seguido muy de cerca los resultados en años previos. Hoy al mexicano le preocupa más salir a la calle que echarse algo a la boca.

Al mismo tiempo consideramos la salida de todas estas familias que hoy regresan a su casa sin saber qué comerán, y pensamos que nuestra vida es mejor. Mejor porque podemos por fin recordar cómo era la Catedral hace unas décadas, cuando trabajar decentemente era posible porque había un gobierno que lo procuraba. Las apariencias pueden regresar pero no por eso la realidad se va a esconder. Esconde a los pobres, pinta las paredes y echa un poco de perfume. La Ciudad de México como nunca.

6 comentarios:

Batz dijo...

1. Porque ya no mandas las actualizaciones del Sexto Piso?

2. Que loco esta esto de tener que decidir entre los necesitados y los que tienen dinero para irse a pasear al zócalo, no? Estas personas trabajando "ilegalmente", están ahí porque no tienen otra opción. El gobierno se las quita sin darles alternativa. Que duro...

Anónimo dijo...

A diferencia de mi estimado Ricardo, yo no pienso que los ambulantes sean unos "pobres mexicanos obligados a permanecer en la ilegalidad por el malvado gobierno mexicano", esas personas ELIGIERON dedicarse a vender productos ilegales, comida insalubre y a no pagar los impuestos que si pagamos todos los demás mexicanos. Desde hace mucho debieron ser no solo barridos, sino encarcelados.

¿Que harán ahora las familias que se dedicaban a estas conductas delictuosas?

Lo mas probable es que seguir haciéndolo en otro lado, a menos que de una vez por todas el gobierno vea por la legalidad y el estado de derecho y de plano se les reprima y desaparezca. Pero no creo que pase, son demasiados votos que ignorar...

rm dijo...

Señor anónimo, la legalidad-ilegalidad es un tema demasiado sinuoso como para tomarlo como una regla inquebrantable. Hay tantos "legales" criminales y tantos "ilegales" que solo están intentando llevar comida a sus casas, que la verdad no me atrevería a aplicar semejante juicio.

Totalmente de acuerdo que se aplique la ley, pero primero tenemos que estar seguros que todos estamos siendo medidos con la misma vara. Creo que eso en México todavía no lo podemos presumir.

Anónimo dijo...

¿A quienes te refieres con "legales criminales"?

Y sobre los "'ilegales' que solo están intentando llevar comida a sus casas", lo mismo podría aplicarse a los políticos corruptos y en general a todos los delincuentes. ¿quien comete delitos solo por delinquir?, nadie, es como defender a un conductor alcoholizado porque "solo intenta llegar a su hogar a convivir con su familia"... argumentos lacrimógenos y muy adecuados para una telenovela, pero no para conducir una ciudad.

rm dijo...

Legales criminales llamaría aquellos que teniendo la capacidad de contratar al mejor bufet de abogados y a los mejores fiscalistas ametrallan las finanzas públicas con amparos y devoluciones de IVA a diestra y siniestra, o qué tal aquellos que por amistad con el secretario de hacienda viven en paraísos fiscales. Y no me haga nombrarlos con apellidos porque creo que usted los debe conocer mucho mejor que yo.

Anónimo dijo...

Los amparos y las devoluciones fiscales son un derecho de todo ciudadano. El hacer efectiva la ley no es un ataque a la nación ni a las finanzas, es la justicia triunfando sobre los excesos de la administración federal que pretende hacerse de dinero por modos ilegales.


Saludos.