febrero 04, 2008

Botero a tus Zapatos


Publicado originalmente en El SextoPiso

También esta semana Calderón: Ahora o Nunca (editorial)

Carlos Vazquez El SextoPiso: Espacio de Crítica

Antes de iniciar mi reflexión semanal quiero aprovechar este espacio para felicitar al proyecto en el que ya hemos estado un poco más de un año. El SextoPiso tendrá a partir del miércoles, y todos los que vengan, una nueva trinchera desde donde estaremos hablando. Ahí estaremos mi compañero de piso Carlos Vazquez y yo platicando de nuestras impresiones del mundo, esperando que nos acompañen con sus oídos las veces que puedan. Si están en Monterrey pueden escucharnos los miércoles a las 3:30 de la tarde durante media hora en el 90.5 de FM, pero si no también lo podrán hacer a través de la página de Radio UDEM en mms://radioudem.udem.edu.mx/radio. Así que el mejor de los éxitos para lo que viene. Ahora sí a lo que vengo.

El jueves en la noche acompañé a un concurrido grupo de regiomontanos que estuvieron en la inauguración de la exposición de Fernando Botero en el Parque Fundidora. Primero una conversación en el auditorio que continuó con las ceremonias de siempre, los encuentros amorosos entre los miembros del poder y los artistas que intentan ser utilizados como símbolos de legitimación. El gobernador hablando palabras sensuales del artista, el artista agradeciendo la hospitalidad y la amistad. Finalmente para quienes nos encontrábamos ahí desde hacía dos horas, el momento llegó. Aplausos y el desfile de autoridades a la entrada de la exposición. Los guardaespaldas y reporteros generando como siempre mayores incomodidades que el resto de las personas que tranquilamente, vino en mano, esperábamos nuestro turno.

No dejó de ser desagradable que las condiciones de seguridad impidieran que se entrara al recinto libremente. Tener que esperar afuera con el frío que hacía me hubiera puesto en suficiente mal humor como para irme de ahí, pero dos asuntos conspiraron en mi contra: el primero, que mi pareja me lo impidió señalándome lo ridículo del asunto, y el segundo que de verdad tenía intenciones de ver la polémica puesta del artista colombiano. Se trata de una representación de la prisión iraquí Abu Ghraib, donde hace algunos años se revelaron escenas de tortura y humillación por parte de soldados estadounidenses hacia víctimas locales.

Aquí mi primer paréntesis. Durante la charla previa, y también durante las entrevistas que ofreció el artista a periódicos y programas de televisión, éste remarcó el carácter indefenso del artista cuando se mete a temas políticos. Su aseveración es que las denuncias del artista no sirven de nada. La Guernica de Picasso no impidió que Franco estuviera en el poder otros treinta años, comentó, como tampoco espera que su exposición termine con la tortura en el mundo. Es simplemente un ejercicio testimonial y nada más espera de él. Contrario a lo que el entrevistador intentaba sacarle, el papel de los artistas a lo largo de la historia como íconos que podrían atraer atención a su alrededor para señalar injusticias y de alguna manera sumar voluntades para su erradicación, Botero no se dejó engañar. Nada espero de esto. Conforme fui realizando estas ochenta y tantas obras fui liberándome de la rabia que me embargaba al inicio. Cuando terminó se convirtieron en un asunto más, una serie de trazos, colores y nada más. La denuncia había desaparecido de su corazón.

El artista siempre ha tenido esa tentación de utilizar su palestra para señalar lo que no le gusta en la política. Se vuelve una referencia irremediablemente. Ejemplos tenemos por todos lados. Carlos Fuentes y sus ocurrencias antiyanquis cada vez que le prestan un micrófono, Elena Poniatowska y su spot para pedirle a los empresarios que dejaran de decir mentiras del Peje, Mario Vargas Llosa contendiendo por la presidencia de su país hace algunos años. Sin descontar su legítimo derecho a hacerlo como el resto, por lo general estos intentos de los artistas por involucrarse en temas políticos terminan en el ridículo o en el mejor de los casos, en buenas intenciones.

Podrá haber opiniones diferentes, pero para quienes estuvimos esa noche en el Centro de las Artes de Fundidora entrar después de esa larga espera significó un ligero desánimo, una decepción que se iba consolidando conforme pasaban las pinturas una tras de otra. El señor Botero presenta en estos cuadros un intento de vía crucis de prisioneros orinados, ensangrentados, enfrentados con perros y soldados, colgados, con palos insertados en su ano, con posiciones antinaturales.

Lejos de transmitirme esa rabia que el artista muy seguramente sí sintió, la sucesión de cuadros fue agregando algo de pesadumbre sobre las dos copas que alcancé a tomarme antes de entrar al lugar. Una tras de otra, la misma pintura se repetía, ora en lápiz, ora en óleo. Fácilmente pudo haber creado una sola obra a la que le hubiera dedicado un poco de más tiempo para asegurar su calidad, en lugar de esos ochenta intentos en donde puede apreciarse el apresuramiento y el afán por tener suficientes cuadros para llenar una sala.

El intento de Botero por señalar la prisión Abu Graib indudablemente tiene una inspiración noble, sin embargo quienes fuimos a ver al pintor esa noche fue no para conocer los pormenores de la tortura sino para apreciar la calidad de su arte, calidad que brilló por su ausencia. Esto se convierte en una demostración más de porqué el artista tiene poco qué hacer en el área de la política, así como el político igual de ridículo se ve cuando entona canciones mexicanas.

Aquí un voto para que el artista colombiano regrese a lo que lo ha hecho famoso. Sus trazos contentos y voluminosos, símbolo de la ligereza de la vida, de la plenitud de la felicidad reflejada en la obesidad de sus personajes. La violencia no te queda bien. Botero, a tus zapatos.

2 comentarios:

Cerebro dijo...

No sería mejor ¿Botero a tus botas?.

Es cierto lo que dices, muchas veces las expresiones de los artistas e intelectuales sobre temas que conciernen a la sociedad terminan en eso, en expresiones. Esto me recuerda mucho todos los esfuerzos (aunque este es otro tipo de arte) que hicieron Green Day, Pearl Jam, R.E.M., Moby (creo) y otros artistas que criticaron duramente a Bush en sus temas, e incluso lanzaron un disco especial (se movieron mas que Botero), y no lograron que Bush se reeligiera en las elecciones intermedias.

rm dijo...

Podría agregar que los artistas e intelectuales tienen la obligación de hacer el ridículo cuando se trata de la sociedad. Son referencias obligadas, y así también están forzados a opinar aunque del tema no sepan nada.

Me recuerda mucho también el tema del fiolósofo comprometido que tan de moda se puso en los cincuenta-sesenta, especialmente en Europa. Aquellos años podías ver a un Heidegger defendiendo el Nazismo y a un Sartre defendiendo al Stalinismo, aún con toda la evidencia del horror que había representado, su compromiso se convirtió en una cadena de la que ya no pudo zafarse ninguno de los dos.