Dedicado al Lic. Horacio Guajardo por sus letras y por sus palabras.
La Democracia en México no nació en el 2000. Fue producto de un movimiento intelectual, cultural y social que viene de mucho más atrás. Sus raíces, si intentamos seguirlas, no fueron producto de hace tres años (con Vicente Fox), ni hace siete (con la Reforma electoral de 1996), ni hace trece (con las dudosas elecciones de 1988). Nacieron, si se les busca bien, en el seno de un movimiento ciudadano que comenzó, como ya todos sabemos, con un movimiento estudiantil que apenas en este 2 de Octubre se cumplieron 33 años.
No fue producto de líderes subversivos anticapitalistas. No fue producto de grandes organizaciones supranacionales buscando un complot para derrocar al gobierno mexicano. No fueron los comunistas a los que de tantas cosas se les ha culpado. Fue producto del sentimiento de una nación que despertaba para darse cuenta que las cosas no se estaban haciendo bien y despertaron para darse cuenta que las cosas se podían hacer de otra manera.
Tal vez era necesario que existiera una máxima represión para que existiera una máxima respuesta. Tal vez era necesario que subieran al poder Presidentes como Gustavo Díaz Ordaz con su autoritarismo, Luis Echeverría con su cinismo y José López Portillo con su retórica sin sentido. Era necesario tal vez para que los mexicanos se percataran que no habían sido dueños de su destino desde 1910 cuando tomaron las armas para derrocar un sistema no tan diferente del que se estaba presentando en los finales de los sesentas y principios de los setentas. Cuando las mentes de los estudiantes comenzaron a preguntarse, a dudar del sistema, y a percatarse de la fuerza que la unión hace fue cuando, a mi sentir, nació la Democracia en México.
No se dio en las grandes cúpulas, no se dio dentro de los ridículos partidos que existían entonces (ni dentro de los que existen hoy). Se dio en las casas que habían sido diseñadas para dudar de las grandes verdades, las cunas en donde las semillas son plantadas para suceder a las plantas ya demasiado marchitas para un entorno diferente al que las vio nacer. Ese lugar es la Universidad, la máxima casa para el diálogo y para el estudio.
Los estudiantes en esa fecha fueron dueños de su destino y por ello fueron castigados. Fueron castigados por hablar, por expresarse. Fueron castigados por llamar a sus líderes a que existiera la Democracia en nuestro país.
Fueron los estudiantes, como tú y como yo quienes cambiaron este país. Los maestros que encauzaron esa fuerza y la llevaron a que las instituciones entonces contemporáneas fueran puestas en duda. En los sesentas surgen el momvimiento democrático que desde entonces, aunque lastimado, no ha podido ser destruido. Esa inercia todavía la tenemos en nuestra sangre todos y cada uno de los mexicanos. En 1968 se plantó una semilla que apenas está dando sus primeros frutos.
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