julio 16, 2006

Gobernanza

Esta es una palabra de esas extrañas que muy ocasionalmente utilizamos. Digamos que si no se es politólogo ya sea de antecedente académico o por amor a esta ciencia política, la palabra fácilmente podría escapar a nuestro vocabulario, incluso con el que nos despertamos el domingo.

Y bueno, hoy es domingo así que yo hoy me levanté con esta palabra dominguera en la mente. ¿Cómo definimos 'gobernanza'? Podemos decir que es la capacidad de gobernar en su principio más elemental. La capacidad del gobierno para gobernar, para hacer, para diseñar, para implementar.

Si nos vamos a un concepto más profundo, la gobernanza también involucra a los otros dos actores del triángulo público: la iniciativa privada y la sociedad civil. Utilizo estos términos en su sentido más abstracto posible ya que estaremos de acuerdo en que no existe un grupo que pueda calificarse como iniciativa privada sino una serie de grupos muchas veces antagónicos de empresarios. Lo mismo puede decirse de la sociedad civil que para efectos prácticos como tal sólo existe en nuestra cabeza: la sociedad civil es el grupo más heterogéneo de los tres.

Parte del primer actor, el gobierno, deberían ser los partidos políticos, al menos en la arena legislativa. En la arena social podríamos tener la discusión de si éstos son parte de la sociedad civil ya que representan a estos. Esta es una discusión que no quiero tener aquí. Sin embargo si quiero puntualizar el papel de los partidos políticos en la construcción de una sana gobernanza.

El gobierno entonces necesitará a algunos grupos civiles (no todos pues es virtualmente imposible), a algunos grupos de la iniciativa privada y a algunos partidos políticos aparte del propio partido que lo impulsó al poder. También es importante resaltar que el propio partido político del gobierno apoye al mismo. Existe la posibilidad de que esto no suceda.

La gobernanza implica que estos grupos estén convencidos de manera voluntaria de la factibilidad y de la necesidad de que el gobierno avance en su agenda política, misma que ha discutido con los diversos actores políticos. Si todos los involucrados están de acuerdo en la agenda y permiten e incluso fomentan su buen desarrollo podemos hablar de buena calidad de gobernar. Sin embargo sabemos que esto en la realidad no sucede. Existen y existirán siempre intereses encontrados a la agenda gubernamental, mismos que tendrán que ser tratados y negociados rápidamente para así evitar mayores problemas y obstáculos.

Un gobierno sin coincidencias con otros grupos y con otros partidos políticos se verá frenado en su capacidad de avanzar en sus proyectos. Un gobierno sin instrumentos que le permitan franquear estos obstáculos fácilmente se verá paralizado. Es importante que el gobierno tenga a la mano algunos de ellos.

Mucho se ha discutido sobre cuáles podrían ser los instrumentos óptimos que permitan la gobernanza: la construcción de mayorías parlamentarias (fórmulas electorales que garanticen el bipartidismo como la segunda vuelta electoral), el veto presidencial, el cabildeo presidencial, la ley guillotina (si después de un tiempo de discusión parlamentaria no se llega a un acuerdo se faculta al ejecutivo a avanzar en la iniciativa a título personal), el gobierno de gabinete, el semipresidencialismo, entre otras.

En el caso mexicano carecemos de la mayor parte de estas medidas. Tenemos un veto presidencial que puede ser mal utilizado si no se aplica con cuidado. Carecemos de la fórmula del veto parcial que podría permitir avanzar una iniciativa con algunas observaciones y no como actualmente está en donde el presidente tiene que vetar todo o nada. Tampoco existe una segunda vuelta aunque ésta habría que tratarla con sumo cuidado; ni tenemos la ley guillotina que podría ser muy útil para el caso de que no se apruebe un presupuesto de egresos o una ley de ingresos después del 31 de diciembre.

El gabinete actual es desginado completamente por el presidente y el legislativo carece de medidas para obligar a los secretarios a negociar los proyectos por lo que muchas veces lo que tenemos son dos agendas completamente diferentes y muchas veces confrontadas ideológicamente. Un gobierno de gabinete con un jefe de este mismo grupo podría ser una solución al problema abstracto. El problema concreto de falta de negociación siempre tendrá que ver con la capacidad de cada individuo para sentarse y aprender a ceder. Lo primero sería que jurídicamente exista el gobierno de gabinete junto con su jefe. Esto permitiría que el presidente no tenga el constante desgaste político que resulta de las iniciativas políticas, los choques entre partidos políticos, entre otros frentes que el presidente actual tiene que superar todos los días. Una solución muy simple para México sería sencillamente darle más facultades al secretario de gobernación para darle rango de jefe del gabinete. Otro elemento muy importante es que el secretario de gobernación tenga que ser ratificado por dos terceras partes de ambas Cámaras y que exista algún elemento de censura parlamentaria al mismo.

Otras medidas que podrían favorecer la gobernanza sería la reelección consecutiva de legisladores y de presidentes municipales (gobernadores y presidente de la república también podrían ser opción siempre y cuando nuestras instituciones se consoliden después de crisis electorales como las que estamos viviendo actualmente). Lo único que favorece esta restricción es la superfortaleza de los partidos políticos y así como la hiperestabilidad de los cuadros que dirigien a estos partidos. Casi todos los cargos de elección popular (y ni qué hablar de los legisladores plurinominales) le deben el puesto a los líderes de los partidos y no al electorado. Esto crea incentivos perversos en donde nosotros solamente nos dedicamos a cruzar papeletas y se acabó nuestra participación política.

Si queremos dejar a un lado los conflictos y las diferencias es momento de comenzar a pensar en resultados. La única manera en que el presidente que salga este 6 de septiembre se legitime ante las otras dos terceras partes del electorado que no votó por él es a través de resultados rápidos y contundentes que beneficien al buen desempeño del país.

Siempre de las crisis sale algo bueno como bien lo acentuara Hegel y Marx en sus teorías dialécticas. Algo bueno que nos deja esta elección es la crisis política que obligará a los actores a sentarse a negociar y a reformar la ley electoral. Siempre he tenido la creencia que los actores políticos por más polarizados que se encuentren tienen el interés común de no reventar la liga que les da de comer. Sobre este principio podremos suponer que la agenda política pueda avanzar después de seis años perdidos en donde el único destello de luz fue la ley de transparencia.

Gobernanza es una bonita palabra. Me gustaría que en los próximos años la escucháramos más seguido, y comenzáramos a familiarizarnos con su significado práctico en nuestro gobierno y en nuestra sociedad.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Me parece excelente que se ponga atencion en formulas que permitan la negociacion entre puntos contrarios. Es la unica forma de lograr un avance de importancia para el pais.
Eso de que no romperan la liga que les da de comer, pues si.. no la rompen, pero tienen tanto tiempo con el tira y jale que parece que saldran nunca de sus malos vicios.

Anónimo dijo...

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