julio 12, 2006

¿Otro desafuero?

Reproduzco sin autorización este artículo que aparece en Reforma.
Cabe deslindarse de la mayor parte de las opiniones maquiavélicas de este polémico artículista (como sugerir la estrategia utilizada en 1988 para favorecer a Salinas), pero hay algunas ideas que resultan interesantes respecto al modus operandi del PAN y cómo podrían mejorar su estrategia de defensa. Irónicamente sugiere contar voto por voto y eso me puso a reflexionar: Castañeda de acuerdo con López Obrador, quien lo hubiera pensado.

Saludos y al rato ya escribo yo.

Jorge G. Castañeda¿Otro desafuero?

Existen muchas explicaciones del fracaso del gobierno de Fox en el caso del desafuero de López Obrador. Un asunto mal planteado, la subestimación de las fuerzas contrarias, una falta de coordinación dentro del gobierno, no aguantar la presión hasta el final: todos éstos son factores importantes. Pero quizás con la distancia podemos encontrar una interpretación un poco más matizada y compleja, que además pueda servir de lección, contra ejemplo o moraleja para la actual disputa electoral.El año pasado se dieron en realidad varias batallas simultáneamente.

Una, por supuesto, la jurídica, es decir, el proceso de desafuero al jefe del GDF por desacato a una orden judicial. Aunque los abogados puedan discutir eternamente sobre los méritos y deméritos legales del caso, el gobierno, el PAN y buena parte del PRI llegaron a considerar que estaba blindado; sencillamente no se contemplaba la posibilidad de perderlo. El problema estriba en que también se libraron otras batallas. Entre ellas destacó, desde luego, la de la opinión pública (encuestas, conversaciones, la intelectualidad, el runrún de la capital), la de la calle (manifestaciones, protestas, amenazas, etcétera) y la internacional.

Las fuerzas adversas a LO (el compló) pensaron, quizás con ingenuidad, que de todas estas batallas, la madre era la jurídica y que ganando ésa, las otras no importaban. LO parece haber intuido que era exactamente al revés. La clave yacía en la calle, en las páginas editoriales de los medios extranjeros, en las encuestas a favor y en contra, y en encontrar un argumento "políticamente correcto", es decir, entendible y digerible por intelectuales, corresponsales, sociedad civil y todos los partidarios de todas las causas más nobles de la humanidad.

El argumento construido fue perfecto: tal vez sí LO desacató una orden judicial, tal vez sí no actuó con completo apego a la ley, pero no se vale que por un asunto menor como ése se le impida contender por la Presidencia; que el pueblo decida en las urnas si quiere al Peje de Presidente y no los jueces o los diputados. Todos conocemos el resultado.Hoy en día, respetando las diferencias evidentes, existe el peligro de que suceda lo mismo. Por un lado, Calderón, el PAN y el IFE creen, y con mucha más razón que en el desafuero, que su caso jurídico está blindado.

No hay ninguna razón para volver a contar voto por voto: ya se contó voto por voto, la ley no obliga a ello y hacerlo implicaría un menosprecio y una verdadera cachetada al trabajo de casi un millón de mexicanos el día de las elecciones. LO, aunque dé la batalla judicial, parece creer nuevamente que ésa no es la madre de todas las batallas; que las importantes son las otras tres: la calle, la opinión pública y los intelectuales, y el resto del mundo (medios y embajadas). Y ha encontrado, de nuevo, un argumento simplista pero eficaz, tramposo pero difícil de rebatir, "políticamente correcto" y -condición sine qua non para la intelectualidad- que permite aparentar no tomar partido.

Dicho argumento ya se ha escuchado hasta la saciedad: para darle confianza y legitimidad al proceso electoral hay que contar voto por voto, hay que abrir los paquetes, hay que atender las dudas y quejas del candidato de los pobres.Esta tesis ha sido comprada ya por la gran mayoría de los medios internacionales, de los intelectuales nacionales, de los activistas sociales y seguramente -hay que reconocerlo- no sólo por los votantes de LO sino también de otros.

De acuerdo con algunas encuestas, la opinión pública abriga sentimientos contradictorios; por un lado cree que no hubo fraude electoral; por otro lado, en una proporción de 2 a 1, cree que sí debe contarse voto por voto. El riesgo está, como en el desafuero, en que Calderón, el PAN, el gobierno y el IFE crean que la batalla jurídica está ganada, pero que al final esa batalla se pierda por razones políticas, callejeras.¿Qué hacer? Existen dos vías aparentes.

La primera, la que muchos embajadores le han sugerido ya a la gente de Calderón, buscaría adelantarse a los acontecimientos y no sólo aceptar sino pedir la revisión de las 50 mil casillas y ganarle el terreno moral a LO, a sabiendas de que en los 50 mil paquetes saldrán algunos borbotones de aguas negras. Es una vía preñada de peligros e incógnitas, y sería temerario sugerir su seguimiento porque si nada cambia con la apertura, LO seguirá peleando y esto trastocará (no necesariamente de manera muy grave) los procedimientos electorales establecidos.

La otra es la de Salinas en 1988, también incierta y arriesgada, pero funcional. Consiste en dar la lucha hasta el final, con todos los medios, recursos y armas posibles. Ninguna concesión a la calle, ni un paso atrás. Pero esta vía requiere de una operación política y una estrategia arriba y abajo, adentro y afuera de sustancia y de formas.

También sería un despropósito recomendarla sin contar con todos los elementos bien dispuestos y organizados.Lo que no es un despropósito es recordar un aprendizaje básico del desafuero y de la coyuntura actual. El PAN siempre se aferró al legalismo y el culto al derecho porque en un país donde no existía el estado de derecho no le quedaba de otra; porque se trataba (y se sigue tratando) de dirigencias de abogados, y porque era la vía de mayor deslinde del autoritarismo y la corrupción imperantes. Cada vez que se le cuestiona a un panista su apego obsesivo al formalismo de las reglas, normas y leyes, su respuesta siempre es la misma: "Así somos los panistas". Es su fuerza esencial, pero puede ser también su debilidad ahora: por sólo querer ganar la batalla jurídica, perder la política, desafuero ¿reloaded?

1 comentario:

Anónimo dijo...

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