marzo 18, 2007

La Cruda

Cuando oigo hablar del posmodernismo por lo general tiendo a voltear la cara con ese enfado característico de alguien que ya empezó a escuchar a la tía hablar del mismo tema que siempre trata, como si no recordara que la última vez que nos reunimos dijo lo mismo.

Se trata pues del mejor pretexto para todas nuestras decepciones. Es que hemos avanzado del modernismo aquél donde nos considerábamos dueños de la naturaleza y de la cientificidad de todos los argumentos. Nos hemos descubierto al fin en la cruda después de una enorme fiesta de destrucción y consumismo de la que amanecimos con huracanes gigantescos y con casos de diabetes e hipertensión como nunca antes en la historia.

Recuerdo cuando estaba en primaria me enseñaban que la naturaleza servía (únicamente) para brindarnos recursos naturales que podíamos separar en animales, vegetales y minerales. Ellos eran nuestros pues en el catecismo algo así me habían contado. Que Dios nos había regalado la Tierra y que éramos aquí sus seres supremos.

Luego ahí entre clases nos contaban que había algo llamado contaminación, pero que la hacían los carros y las fábricas. Nunca me dijeron que yo podía ser el causante de ese desastre con todo y que me decían que no tirara basura y que no desperdiciara agua. Ayer que me encontraba en un mercadito de la colonia Florida en Monterrey para mí se dibujó en una escena todo el modernismo del siglo veinte. Esperando unos tacos de carne asada, sentado en una mesa de metal, con varias personas a mi alrededor, el niño de una de esas familias tomó una servilleta de la mesa, se bajó del regazo de su madre, corrió hacia la gente que avanzaba vacunamente por uno de los pasillos y arrojó la servilleta al suelo. Luego también tuve otro flashazo cuando encontré que en la mesa de libros usados y viejos se vendían libros de Nietzsche a treinta pesos. Ya nadie los quiere comprar, pensé. Ya a nadie le importa que se muera Dios cuando somos nosotros los que estamos muriéndonos.

La maravilla del mundo comienza a agotarse mientras miramos la piel resquebrajada de nuestro planeta por todos lados. Nos llegan miles de pesos de luz y de gas a nuestros recibos y nos quejamos de lo abusivas que resultan estas empresas, no pensamos en lo abusivos que resultamos nosotros por consumir todo ese gas ¿Cuántas veces encendemos el aire acondicionado de nuestro carro o de nuestra casa? Sabemos lo que esos gases le hacen a la atmósfera. Creo que lo sabemos, inconscientemente comenzamos a tener una noción de que todo eso que tiramos no desaparece y comienza a tener consecuencias. Podemos arrojar la basura abajo del tapete por un tiempo pero eventualmente comenzará a apestar.

Soluciones que se me ocurren van desde apagar nuestros aparatos (incluyendo la computadora) hasta pronunciarnos desnudos fuera de los supermercados que gastan tanto en refrigeración y en electricidad. Todo porque preferimos ir a comprar ahí en lugar de la tienda que a la vuelta de la esquina nos vende los mismos productos.

Somos una sociedad envuelta en un velo de estupidez de la que no podemos deshacernos. Mientras consideremos que todo lo que brilla es mejor seguiremos por este camino. Nos gusta mirarnos compasivamente y exclamar que todo va de mal en peor. Mientras, miramos al niño arrojar el papel al suelo y no le decimos nada.

Nuestra vida si tenemos que hacerla metáfora es la de aquél idiota que defeca fuera de la taza porque le causa repugnancia la gota que siempre atina al ano una vez que el primer producto de nuestros esfuerzos llega al agua. Acumula el idiota sus productos en el suelo y trata de sacarles la vuelta. Le causan desagrado pero tiene la extraña noción de que siempre encontrará un pedacito limpio donde acomodar sus inmundicias.

Por eso me cae tan mal el pensamiento posmodernista. Nos recuerda que nos hemos equivocado sí, pero no nos cuenta por dónde empezar a dejar de hacerlo.

4 comentarios:

Cerebro dijo...

Buenísima reflexión, me gustó mucho.

rm dijo...

Muchas gracias, compañero. Saludos

Batz dijo...

Lo del ano mojado (xD) me hizo acordarme de Ensayo sobre la Ceguera de Saramago.
Nos vamos al hoyo champ, nos vamos al hoyo. Yo reciclo, eh;)
Es medio tonto, porque hacerlo me da la tranquilidad de estar haciendo algo bueno por el medio ambiente, pero al mismo tiempo se que no es nada comparado con el daño que hacemos en conjunto...

rm dijo...

No prendas el aire acondicionado ni la calefacción. Báñate con agua fría. Da pláticas en tu comunidad sobre el costo de no hacer algo...

Bien Al Gore, verdad? Pero es verdad compañeros. Si seguimos defecando fuera del hoyo llegará un momento en que la peste será insoportable