abril 21, 2008

Ley de Fomento a la Lectura

Publicado en El SextoPiso

Esta semana iban a discutir en el Senado una de las leyes que habían quedado pendientes por los caprichos y compromisos contraídos del presidente anterior. Su amistad con el magnate de las cafeterías del búho y con los miembros de la ANTAD lo hizo vetar la Ley para el Fomento a la Lectura que, entre otras interesantes aportaciones, establecía la facultad para el autor, editor o traductor, de establecer el precio al que querría vender su producto, lo que se llamó el “precio único” y que generó tanta polémica precisamente porque afectaba a quienes tienen por lo menos dos décadas haciendo un lucrativo negocio de la especulación y excesiva concentración de la venta de libros, afectando especialmente al pequeño productor y a la librería especializada.

Las consecuencias de esta tendencia de las editoriales en México son evidentes: desaparición de la mayoría de las pequeñas editoriales, excesiva participación de tiendas departamentales y cafeterías que no tienen como giro específico la venta de libros en perjuicio de librerías especializadas que no pueden competir contra las prácticas desleales, la asignación del valor monetario como principal recurso al momento de considerar si se pone en venta un libro o no (como consecuencia, la desaparición de libros especializados o raros que es una de las mejores delicias de ir a una librería, todo para que en los estantes sólo puedan encontrarse los mismos diez títulos best sellers), y por supuesto la indiferencia del público lector por las obras de Yordi Rosado, Osho y toda su familia de títulos You Can Do It!, entre otros.

No sé si ustedes han notado con el paso de los años cómo la visita a las Ferias del Libro ha dejado de ser esa emocionante aventura por decenas de editoriales pequeñas ofreciendo libros de todos los colores, olores, precios, autores que no se pueden siquiera pronunciar; a llegar a las mismas tres o cuatro editoriales que venden los mismos tres o cuatro libros que ya venden en el supermercado, solo que aquí con un diez por ciento de descuento y el completo desperdicio de una tarde.

La asignación del precio único ha sido sin lugar a dudas el elemento más controvertido de esta ley, pero cabe aclarar que establece algunos otros elementos positivos, como la creación de un consejo de fomento a la lectura (no me hagan mucho caso sobre el nombre), que tendría funciones especiales para alentar autores nuevos mediante concursos de análisis literario, creación de obras, ferias de libros, becas, entre otros ofrecimientos que actualmente recaen injustamente sobre dos o tres universidades privadas y algunos otros aventureros. También establece incentivos fiscales especiales para la producción editorial, un factor esencial para alinear nuevamente a quienes les gusta de este giro pero se han topado de frente con dos monstruos: Gandhi y Hacienda.

Las observaciones de Vicente Fox eran respecto al precio único, en cuyo argumento sentenciaba que se trataba del establecimiento de una práctica monopólica relativa, ya que a palabras de los asesores jurídicos de Presidencia de aquél entonces, los editores podrían ponerse de acuerdo para establecer un precio elevado y perjudicar al mercado. También, sostenían que el precio único desincentivaría la cadena eficiente de producción. Los argumentos de los legisladores que ahora presentarían ante el pleno si es que los perredistas les permiten, es que la práctica monopólica relativa se da de hecho en este momento, pues algunas empresas tienen la capacidad de asignar un precio diferente a mercados diferentes por un mismo producto, uno de los considerandos de la Ley Federal de Competencia Económica.

La polémica está en la mesa, pero lo que sí es evidente es que a nivel mundial se ha dado una tendencia hacia el establecimiento de una figura como la que se intenta en México. Casos exitosos se pueden encontrar en Argentina, Brasil, España, Francia, Hungría, entre varios otros según el documento que presentaba el martes la Gaceta Parlamentaria del Senado.

Uno de los inconvenientes que actualmente tiene el Senado para pasar esta ley es que, además de los que tienen tomada la tribuna, tendría que pasar con dos terceras partes de los legisladores de dicha Cámara, ya que fue vetada por el presidente de la república poco antes de salir. Pequeño detalle. El éxito de una medida necesaria como la Ley de Fomento a la Lectura dependerá de qué tan mal haya hecho su labor de cabildeo Gandhi, Sanborns, la Librería Cristal y el resto de los supermercados que venden libritos baratos antes de pagar el mandado.

Fuente: Proyecto de Decreto por el que se expide la Ley de Fomento para la Lectura y el Libro http://www.senado.gob.mx/gace.php?sesion=2008/04/01/1&documento=23

8 comentarios:

Pereque dijo...

En este caso de la ley del precio único, los argumentos de los liberales capitalistas de que el precio único mata la competencia me parecen sin sentido. Independientemente de las redes de distribución, el mercado del libro ya es monopólico: una y sólo una editorial imprime la última novela de Fulana de Tal, y no hay alternativas o competidores, y es así por los derechos de autor que nadie parece cuestionar.

Así que si de todas formas hay un proveedor único, ¿por qué ese proveedor único no puede poner un precio único para su mercancía única? La novela de Fulana de Tal no es comparable con la poesía de A. Perengánez ni con los ensayos de B. de Mengano, mientras que las licuadoras o las sandías sí son todas análogas y comparables. Esa novela de ejemplo ni siquiera es igual a las otras novelas de Fulana de Tal.

Hay algo que no me queda claro. ¿Qué es una "librería especializada"? Porque si son "especializadas" como yo lo entendí, o sea que venden libros de nicho necesarios para un gremio o grupo profesional y para nadie más, tendrán ventas mientras exista su especialidad, ¿no?

Anónimo dijo...

HASTA DONDE YO RECUERDO, DE LA AVENTURA QUE VIVIMOS COMO EDITORES, EL PROBLEMA NUNCA FUE EL PRECIO DEL LIBRO, EL PROBLEMA EN ESE ENTONCES ES QUE ERA TAN RIDCULA LA CANTIDAD DE LIBROS QUE SE VENDIAN QUE SER EDITORIALISTA ERA MAS BIEN UNA FUNCION SOCIAL Y HASTA "ESNOBISTA"; TE DABA MUCHO RENOMBRE PERO ESCAZO DINERO PARA SACAR ADELANTE LA EMPRESA. DE AHI QUE RESULTA MAS ATRACTIVO PARA EL MERCADO NACIONAL, IMPORTAR LOS LIBROS DE LAS EDITORIALES ESTRANJERAS, LIBROS QUE YA DEMOSTRARON QUE SE VENDEN Y EN LAS CANTIDADES QUE SEAN FACTIBLES DE VENDER.
SOBRE EL PRECIO UNICO, MI OPINION ES QUE SI LA OBRA VALE LA PENA, EL PRECIO NO TIENE NADA QUE VER. MAS EN ESTE MERCADO QUE LA MAYORIA DE LOS POCOS QUE LEEN, LEEN UN SOLO LIBRO AL AÑO; NO ES TANTO LUJO

rm dijo...

Pereque, lo que intento mal-llamar librería especializada es aquellos que se atreven por decisión personal o familiar a publicar obras que no tendrían el éxito comercial de un libro de auto-ayuda, pero que pueden llegar a ser interesantes por su excentricidad, su erudición, etc. Claro que los libros especializados en la forma en que tú los entendiste por supuesto que ya tienen un mercado al que van dirigidos, aunque cabría agregar que el volumen de libros vendidos se limita al número de profesores y a los alumnos que pueda convencer de no sacarle copias al libro que ya tiene el profesor. El profesor especializado tienen que comprar las obras de editoriales españolas o gringas porque no tiene otra opción, la producción en México de estos títulos es prácticamente nula.

Anónimo, tu experiencia en el ramo habla por sí sola. La propuesta de la ley de fomento a la lectura trata de atacar esa desgracia, fomentando fiscalmente la producción literaria así como incentivando al escritor novel a que le entre sin tantas barreras. Pero completamente de acuerdo contigo de que el precio es lo que uno menos ve cuando está en una librería, a menos que sea uno estudiante

Anónimo dijo...

Toda restricción al precio de un producto, siempre termina mal. El mercado debe controlarse solo.

rm dijo...

Ése es precisamente el punto de la discusión, y no estoy muy seguro de qué postura tomar en este caso. Me parece que la experiencia internacional ha apuntado al precio único.

rm dijo...

Pero repito lo que dijo el otro anónimo: en los libros lo menos importante es el precio, y ése es el meollo de la discusión. No de libre mercado o no, sino de oportunidad de leer

Anónimo dijo...

En los libros lo menos importante es el dinero si no lo estas arriesgando tu.

Pereque dijo...

Claro, los precios únicos son el Diablo y lo peor que le puede pasar a la economía. Miren los periódicos y las revistas: todos tienen un precio único y fijo, nadie puede vender por arriba o por abajo de ese precio (bueno sí, los puestos de las centrales camioneras y los aeropuertos) y por eso los pequeños revisteros, los voceadores y los estanquillos están arruinados. Es casi un milagro que alguien todavía siga imprimiendo y vendiendo revistas.