El domingo pasado Jorge Zepeda Patterson mencionó que más que el peligro de que Calderón sea rebasado por la izquierda a través de las movilizaciones que tanto hemos hablado en este y otros espacios, el rebase por la derecha puede ser aún más perjudicial.
Se refería específicamente a la gran capacidad que ha mostrado el capital mexicano a moverse entre leyes endebles y confusas para ampliar y consolidar monopolios, comprar y vender a su antojo legisladores, alcaldes y hasta gobernadores, de arrastrar a la sociedad a mercados caros y de mala calidad. Me gustaría poner muchas otras agravantes que estos empresarios han hecho pero estaría pecando de citar algo que el señor Zepeda no ha dicho.
Menciona el mismo artíuclo en referencia a un estudio que El País hizo que los bancos españoles en México reciben ganancias cuatro veces superiores a los de su país, y que esto precisamente ha sido el impulsor de su economía a ritmos tan acelerados en las últimas décadas.
Volviendo a discursos propios de los criollos del siglo XVIII, los españoles se están quedando con los mejores frutos y las mejores vetas mientras nosotros hacemos el trabajo difícil. Antes de caer en conclusiones nacionalistas que sólo nos han hecho más daño debemos reflexionar también sobre lo que los empresarios mexicanos han hecho. No cambia mucho el panorama cuando se habla de la empresa más grande en telecomunicaciones o de las empresas televisoras, ambas supuestamente producto de capital mexicano.
El presidente electo tiene la disyuntiva más difícil. Se encuentra envuelto en dos fuegos que fácilmente lo pueden quemar. A diferencia de algunos analistas y políticos que han visto con gusto la debacle del presidente electo por no considerarlo legítimo, habría que recordarles que la caída de la administración calderonista implicaría una caída de todos nosotros. Su labor resulta más como el borracho en el barco que tiene en su poder un hacha y para matar a la tripulación lo hunde.
Tanto los grupos de izquierda como los de derecha tienen una agenda muy específica (aunque muchos duden que los primeros mencionados la tengan creo que se han visto mucho mejor organizados a la hora de exigir espacios que los mismos empresarios que patrocinaron todo el show de Calderón). Ambos están levantando la mano para sacar algo de este nuevo gobierno que promete estar hipotecado, comprometido y reducido a bombero.
El problema de Calderón es que le ha apostado a debilitar a la izquierda en lo que sus consejeros han llamado el "rebase por la izquierda", mientras que ha ignorado el peligro que significa el fortalecimiento desmedido de algunos grupos empresariales que buscan consolidarse como poderes fácticos. Lo peor de todo, a juicio mío, es que fueron estos mismos grupos quienes patrocinaron toda su campaña por lo menos desde marzo de 2006 hasta la fecha (con la campaña contra López Obrador que se extendió hasta el domingo en Tabasco).
No digo que deba ignorar una para atender a la otra, pero debe cuidar que su administración sea invadida por intereses muy particulares que nada tienen que ver con una agenda de nación. El primer paso sería tener cuidado con los nombramientos del gabinete. La casi segura cartera de Hacienda para Carstens creo que debe ser un foco amarillo para más de uno que ha visto el peligro del rebase por la derecha.
No encuentro muy lógico el discurso de combate a la pobreza y a la desigualdad por tres meses para luego salir con un alfil del Fondo Monetario Internacional como secretario de Hacienda. Dentro de las varias incongruencias y vaguedades que ha mostrado en su tiempo de transición que siento lo ha considerado como unas vacaciones largas pagadas por el Estado mexicano, se encuentra este.
Su falta de posicionamiento respecto a problemas concretos lo dejan a la deriva de lo que otros grupos le digan qué es lo que debe hacer. El peligro de estos grupos (tanto de izquierda como de derecha) es que no muestran agendas conciliables. El papel del presidente electo debería ir en ese sentido.
Cuidarse de los flancos mientras avanza será clave para el buen destino de su embarcación que ya ha zarpado, aunque haya algunos distraidos que todavía están corriendo en el muelle tratando de alcanzar a la nave (y otros que ya están tratando de saltar de cubierta).
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