diciembre 23, 2006

Iniciativas

Publicado en Monitor Político

Históricamente había sido el presidente quien mandaba iniciativas a las Cámaras. Los diputados y senadores se limitaban a ser censores. Muchas veces se ha hablado de la inutilidad de los legisladores durante setenta años porque sencillamente hacían la voluntad del presidente. Últimamente las cosas han cambiado para bien pues ahora hay más participación de todos los actores que deben estar involucrados, sin embargo algunos errores “técnicos” están haciendo difícil el proceso legislativo.

Encuentro tres problemas de urgente resolución. Primero, que los periodos de toma de posesión no son coincidentes entre presidente y legisladores. Por un lado los senadores y diputados toman protesta el 1 de septiembre ante el último informe presidencial con el que ya no tienen nada que negociar ni hablar, mientras que el presidente toma posesión hasta el 1 de diciembre. Son tres meses muertos en donde no hay mucho qué hacer.

La diferencia en las tomas de posesión ha provocado que el primer periodo ordinario de sesiones sea básicamente para hacer amigos, reunirse, conocerse, pelearse y pasársela bien. No hay agenda legislativa y la prueba de ello es que hasta finales de octubre fue aprobada la agenda de cada partido, y hasta la fecha las iniciativas mandadas no han tenido trascendencia alguna.

Ayer que se aprobó el presupuesto de egresos en lo general y en lo particular pudimos ser testigos una vez más del triste escenario. El próximo periodo ordinario comienza oficialmente el 15 de marzo y la comisión permanente nunca se ha caracterizado por hacer mucho esfuerzo para pasar leyes. Los proyectos del presidente atraviesan el periodo vacacional en donde nadie les hace caso, incluyendo legisladores. Entonces la primera verdadera oportunidad del presidente de negociar con la legislatura con la que debe trabajar se da hasta marzo. Para cuando son mandadas las iniciativas del presidente, el 30 de abril concluye el segundo periodo ordinario y prácticamente un tercio de la legislatura ha sido consumida sin resultados.

El segundo problema grave en el proceso legislativo tiene que ver con el trabajo entre secretarías del Ejecutivo y las comisiones legislativas ¿Sabían ustedes que en el trabajo que deberían estar haciendo de manera conjunta no tienen incentivo alguno hacerlo? Cuando supuestamente la comisión de gobernación de la cámara de diputados a cargo de Diódoro Carrasco tiene el mismo trabajo que la Secretaría de Gobernación de Ramírez Acuña, ellos pueden prácticamente pasar el año sin conocerse hasta el día de la glosa del informe presidencial por allá de octubre.

Esto provoca dualidad en el esfuerzo, así como nula comunicación entre los poderes. En regímenes parlamentarios o semiparlamentarios, el esquema promueve la participación en la construcción de una agenda común de gobernación, o de hacienda, etcétera. En el régimen presidencial tenemos dos agendas y probablemente tengamos que ambas tienen conflictos graves que las hacen mutuamente excluyentes.

El tercer problema grave tiene que ver con la sobresaturación de iniciativas, y particularmente la sobresaturación de iniciativas constitucionales. Los señores legisladores han cambiado tantas veces la constitución que resulta peor que conocido monstruo de Mary Shelley ¿Cómo será posible aplicar la ley cuando cada día suben al estrado decenas de legisladores con dos o tres iniciativas de reforma de ley para cambiar tal o cual detalle? El resultado es un concurso de monólogos sin mucho más objetivo que aburrir a quienes supuestamente se encuentran ahí para mejorar al país.

Estos tres problemas tienen solución. El primer y lógico esfuerzo tendría que ver con el cambio de la toma de posesión al 1 de septiembre para que tanto presidente como legisladores inicien sus labores al mismo tiempo. Habría que cambiar el límite para el Tribunal Electoral de emitir su calificación de la elección a Agosto, pero más allá de ello no veo problemas. Lo que sí lograríamos con esto es tener un octubre y noviembre productivos.

El segundo problema implicaría una reingeniería algo larga pero necesaria. Algunos han propuesto el régimen semipresidencial que podría iniciarse con un jefe de gabinete con suficientes facultades para coordinar el trabajo entre las secretarías y las comisiones legislativas. Como contraparte los legisladores tendrían la facultad de hacer caer o mantener la confianza hacia este funcionario al estilo parlamentario. En realidad no resulta tan difícil y sí podría implicar mayor eficiencia.

La tercera solución en el proceso legislativo recae irremediablemente en la construcción de una agenda legislativa común a todos los diputados (otra agenda para los senadores, o incluso la opción de una agenda común para las dos cámaras). Implicaría algunos cambios como la necesidad de sentar a todos en mesas de trabajo al estilo de la iniciativa que mandó el senador Beltrones hace unas semanas. Esto ayudaría para, como dijera un profesor mío, evitar la diarrea legislativa que hemos padecido los últimos seis años.

Tres problemas simples, tres soluciones simples. Existen problemas más de fondo en el proceso legislativo pero esta vez, y a petición de dos personas que me visitan, quise hacer brillar algo positivo en mi espacio. Saludos para ellos dos, y para todos ustedes aprovecho para desearles una excelente navidad con sus seres queridos.

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