Desde que se aprobó la nueva Ley de Coordinación Fiscal se creó el fondo de aportaciones de seguridad pública, uno de los primeros intentos de la federación por solventar los crecientes gastos que implicaba la seguridad pública. Sin embargo este gasto ha sido un desperdicio hasta la fecha.
La creciente tecnología implicó una nueva realidad para las fuerzas públicas: para poder combatir al crimen organizado tendrían que tener más y mejores armas, más y mejores softwares para archivar información que fuera utilizado para inteligencia. El combate al crimen, pues, se volvió cada vez más caro.
El reparto de recursos y de acuerdo al intento de descentralización artificial que ha intentado la federación, empoderaría a los Estados para fortalecer sus sistemas de seguridad.
¿Qué ha pasado en Nuevo León? Los recursos que se le asignan son concentrados en un fideicomiso llamado el FOSEG, mismo que por esa naturaleza, no tiene obligaciones fiscalizadoras. El Gobierno tiene completa discreción para hacer uso de ese recurso como mejor le parezca. Esto no es muy diferente en otros Estados.
¿Qué ha pasado desde entonces? Los municipios, completamente a expensas de la voluntad del gobernador, se encuentran prácticamente sin dinero para combatir algo que ha dejado de ser un problema federal, aunque así lo diga la ley.
Paradójicamente el ámbito municipal se ha vuelto la primera cara de combate al crimen organizado desde la proliferación del narcomenudeo, y al mismo tiempo el municipio es quien menos facultades legales tiene para enfrentarlo, así como menos dinero.
Complicando las cosas aún más, la coordinación entre los municipios no queda más que en una expresión de buenas voluntades sin ninguna obligación real o tangible. Compartir información resulta en la mayoría de las ocasiones en un sabotaje en ambos sentidos. Esto se agudiza más cuando el PRI gobierna Monterrey y el PAN San Pedro, por poner el ejemplo del trienio pasado.
Ahora, supongamos la realidad para los próximos tres años: Gobernador priísta que ha concentrado los recursos para el combate al crimen organizado sin que se vea en qué se está gastando (probablemente se está ahorrando para gastarlo en el estúpido elefante blanco que se está convirtiendo el Forum de las Culturas 2007). Los alcaldes de San Nicolás, Monterrey y San Pedro serán panistas y probablemente no reciban apoyo financiero para combatir al crimen.
Aún más allá de eso, y aún suponiendo que el gobernador hiciera un reparto inteligente y justo de los recursos, estos probablemente no sean suficientes cuando las bandas de matones tienen acceso a armamento exclusivo del ejército, presumiblemente abastecido de manera ilegal por soldados del ejército que lo roban y lo venden a ellos a cambio de droga. O todavía más escalofriante: estas armas están siendo conseguidas desde el Este de Europa, Pakistán o Rusia. Están entrando de contrabando de China o de algún otro lugar.
¿Qué posibilidades tiene la policía municipal de cualquier lugar de enfrentar así al crimen organizado? No existe ningún incentivo para la coordinación y para la contrucción de inteligencia. Como dijo el gran fiscal siciliano Giovanni Falcone: "No se puede combatir al crimen organizado de manera desorganizada".
¿Existe alguna salida a este problema? En realidad todo es parte de un problema mucho más grande que este. El Estado como lo conocemos actualmente, está dejando de existir pues ya no puede garantizar ni siquiera su principal razón de existencia, la seguridad de sus habitantes. La amenaza de redes de personas que van más allá de los Estados y se mueven en redes invisibles para los recursos que el Estado tiene actualmente. El narcotráfico y el terrorismo son sólo dos caras de cientos más desde donde se está golpeando al Estado.
Necesitaríamos pensar en adaptar nuestra vida en una estructura que todavía ni siquiera conocemos pero que comenzamos a vislumbrar: Cuando derrumbamos a la cabeza del Cartel de Tijuana la red no deja de existir sino que sólo suple a la cabeza por otras tres que se hacen de armas y tecnología de punta para enfrentar al mismo gobierno y a las otras bandas, mucho más violentamente que cuando estaba la cabeza a la que le habíamos declarado la guerra.
Este jaque en el que nos encontramos nos obliga a pensar en formas de organización mucho más allá del Estado mexicano. Implicaría unirnos a redes supranacionales de inteligencia y de combate al crimen. Desgraciadamente, como dije arriba, es el municipio quien enfrenta a los pistoleros en la vuelta de la esquina de la iglesia, de la escuela y del supermercado.
Pelear con piedras contra organizaciones que tienen armas automáticas e infinidad de caras resulta un poco inútil. Más todavía cuando nos percatamos del poder económico que tienen estas organizaciones para corromper a los agentes que supuestamente están haciendo algo para combatirlo. Un estudio de Loret de Mola de hace cinco años descubrió que el Cártel de Tijuana gastaba alrededor de 22 millones de dólares a la semana en corrupción ¿Existe una forma sensata de combatir eso?
Podríamos empezar con cosas fáciles que quizá hagan las cosas peores. Habilitar al municipio para combatir al narcomenudeo debe ser una primera opción. Asimismo deberá tener suficientes recursos para protegernos y hacerle caro al crimen organizado enfrentar a la policía.
Otra pregunta que podemos hacernos es ¿qué podemos hacer nosotros desde nuestra posición? Una podría ser una cultura de repulsión hacia el crimen organizado. Eso lo hizo Sicilia y le funcionó bastante bien.
¿Cuántas veces no nos hemos visto seducidos por una camioneta de tres cuartos de millón de pesos que sabemos no fue comprada de manera lícita? ¿Realmente estamos reprochando a estos criminales que se meten a las escuelas de nuestro niños? ¿Realmente comprobamos los antecedentes del banco donde ponemos nuestro dinero y que lava millones de dólares cada día del narco? ¿Hacemos algo para asegurarnos de dónde viene el dinero con el que nos están comprando nuestra casa en efectivo? ¿Consideramos denunciar cuando vemos algo sospechoso? Si nos da miedo hacerlo de nuestra casa se puede fácilmente hacer desde un teléfono público que sería imposible rastrear.
Este tema es tan infinito como la capacidad de los criminales para adaptarse y sobrevivir. Resulta como un virus en un cuerpo con las defensas bajas que puede llegar a matarlo. Los recursos que el gobierno federal otorga a los municipios es escaso y muchas veces ni siquiera es entregado. La pregunta es si le estamos poniendo una bufanda al cuerpo del Estado para evitar que sea consumido por la gripe de los narcotraficantes
2 comentarios:
Algo que lei recientemente en el libro de Cuentos Chinos, es lo que ahora se me viene a la mente. La pobreza anteriormente podia ser escondida y relegada a ciudades perdidas, y no incomodaba a la poblacion con mejores recursos economicos. Actualmente, se estan saltando la valla... todos quieren tener ese carro, esa casa.. y si tienen que robar y matar por ello no les molesta. Son tantos factores que se tienen que tomar en cuenta: desintegracion familiar, falta de acceso a la educacion, drogas. Aunado a esto, es un hecho que ser parte de una grupo (narco, bandas) es la unica manera de ser reconocido socialmente...
Donde comenzamos?
Qué tal rezando
Publicar un comentario